399
Aunque nunca me he resbalado en la
calle, no me confío y camino con cuidado. La Plaza San Martín amaneció invadida
de charcos. Parecía una salvaje mañana de invierno. El viento golpeaba mi
rostro y necesitaba beber algo caliente. Miré la hora en el celular, poco menos
de las 10 y 30. Fui entonces a la Galería Boza, en cuyo primer piso hay un
puesto rodante de ventas de panes con pollo y café, y otras bebidas calientes y
frías según el gusto.
Llegué y el puesto rodante estaba
rayando a causa de un considerable número de hombres y mujeres en trajes de
oficina. Ellas, en anatómicas faldas sobre las rodillas, apoyando la fuerza del
cuerpo en las nalgas derecha. No me percaté de ese detalle, tampoco quiero
decir que me paso la vida viendo los culos de las mujeres. Pero eso fue lo que
vi primero, siete mujeres de espalda, sosteniendo el peso carnal en la nalga
derecha. Si fuera fotógrafo, no hubiera dudado en inmortalizar el detalle.
Hice mi cola. Al llegar mi turno, decido
llamar a “Hombre sabio”, a ver si se le antojaba un pan con pollo. “Hombre
sabio” me responde y le digo que se apure, porque me estaba diciendo qué cremas
debía tener su pan. Pido su pan para llevar y decidí quedarme a comer allí,
junto a los hombres y mujeres en traje de oficina. Inevitable no escuchar sus
conversas sobre operaciones, transacciones, porcentajes y transferencias.
En cierta ocasión, en una visita al
Virrey de Lima, José Carlos me contó un hecho por demás anecdótico. Él se
encontraba ordenando los libros ubicados en los anaqueles de Narrativa
Internacional, cuando un patita, al terno, que seguramente trabaja en una de
las sedes centrales de los bancos más poderosos del país, le preguntó si tenían
“novelas húngaras de entreguerras para leer mientras espero una reunión con mis
jefes en Tanta”. José Carlos lo miró y le dijo que no, que “no tenemos novelas
húngaras de entreguerras para que leas mientras esperas la reunión con tus
jefes en Tanta”.
Ahora, sin duda, existen novelas
húngaras de entreguerras, pero también, y en pos de no perder el tiempo, tienes
que saber quién busca porque en verdad está buscando ese tipo de novelas, y quién
por posería, que es más fuerte. Además, que cae en ella no tiene otro camino
que ser lo más ecléctico posible, más aún en un mundo laboral en donde priman
temas como la bolsa y las posibles ganancias. Y si eres posero, aspirar a
marcar la diferencia, la posería es el camino.
“Qué pena que no tengan novelas húngaras
de entreguerras”, dijo el patita que no dejaba de escribir en su celular de última
generación. La cosa hubiera terminado allí, José Carlos a lo suyo y el patita
al Tanta. Pero José Carlos se vio en aprietos ni bien el patita no le entendió
la broma. “Aunque sí tengo poemarios de poetas norteamericanos de Irán”. Hubo
un silencio sepulcral en toda la librería, al patita se le encendieron los
ojos, a lo mejor estaba ante un milagro o una experiencia de lectura que no
había que dejar pasar, de la que de todas maneras debía hablar en la reunión
con sus jefes en Tanta. “Me interesa, sí, me interesa. Muéstrame todos los
poemarios de poetas norteamericanos de Irán”.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal