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Después de algunos días algo agitados a
razón del desalojo que sufrió el Boulevard, vuelvo a las actividades de
siempre, sin dejar de ayudar a los amigos y conocidos que aún no encuentran un
lugar donde instalarse y así comiencen a trabajar.
En la tarde me puse al día y pude ver Spotlight, película de la que venían
hablándome bien y que daba cuenta del trabajo periodístico de The Boston Globe
cuando puso en evidencia los abusos sexuales de los clérigos que durante
décadas habían sido protegidos por la iglesia católica.
No sé si esta película gane el premio de
la Academia y la verdad que poco o nada me interesa si sucede o no. Se trata
pues de una película moral y en su fin logró cumplir su cometido. Y claro, a
más de uno le debió llamar la atención que en la lista de ciudades, que aparece
al final de la película, lugares en donde la iglesia amparó y protegió a los
sacerdotes violadores, figurará Chimbote.
Terminé de ver la película y me serví un
poco de helado. Lo hacía mientras conversaba por cel con una periodista que me
llamó para preguntarme por el desalojo del Boulevard Quilca. La puse en
contacto con las personas indicadas para que realice su nota. Ella quería
hablar conmigo y le dije que no estaría a la hora que ella llegaría a Quilca,
pero que podíamos hablar luego. Felizmente, terminé de hacer en Barranco lo que
tenía que hacer y pude hablar con la periodista a las siete de la noche en la
otra tienda de Selecta. Hablamos durante hora y media. Ella no se sorprendió de
lo que le acababa de contar. Tenía en sus manos y grabadora la verdad, esa
verdad que muchos medios han pasado por alto por la sencilla razón de que no
pueden chocar con su majestad Cipriani. Ese es el poder de la iglesia, cuyos
poderes sirven de avales amorales para muchas empresas privadas que contratan
espacios de propaganda en los medios escritos, radiales, televisivos. Claro,
para solapar el asunto, no pocos periodistas han publicado pequeñas notas en
las que se indica que el desalojo se debió a que no se pagaba el alquiler desde
hace tres años. De esta manera cumplían con informar en favor de Cipriani.
Una vez listo para salir a Barranco, le
echo una última mirada al Face, en especial a la cuenta de Yo soy Quilca. En
esa cuenta estaba subiendo todas las notas de medios independientes que
informaban de lo que realmente pasó el pasado 14 de enero. En poco tiempo, esta
cuenta se disparó en lectoría y puedo dar fe del apoyo y el rebote que
generaban los posts. La razón era sencilla: con pruebas se estaba demostrando
que ese desalojo, aparte de abusivo, fue ilegal. Aunque claro, nunca faltaba un
desinformado que se resistía a aceptar que su iglesia se haya portado como una apurada
traficante de tierras. Los poderes en la iglesia en Perú son insondables.
Cipriani tiene sus trolls que se encargaron de inhabilitar la cuenta Yo soy
Quilca. Pero esto recién comienza, señores.
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