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En estos días vengo releyendo, bajo una
agradecida y excesiva lentitud. De vidas
ajenas de Emmanuel Carrére. Mientras lo hago, me pregunto si el francés no
es el escritor que me más gusta hoy en día. Lo que cuenta, en otra mirada y
escritura, no sería más que un muestrario anodino de cursilería. Se percibe una
fuerza que arrolla en la reflexión. No es usual encontrar esta capacidad de
reflexión y despliegue de sensibilidad.
Releo el libro durante la madrugada,
tratando de encontrar el secreto de la costura narrativa de esta poética que se
vuelve excluyente para quienes han tenido la suerte de leerlo. Releer los libros
de Carrére es una obligación. Como era de esperarse, me llevé el libro a la
librería.
Cuando me dispuse a seguir la relectura,
a eso de las cinco de la tarde, recibo la llamada de “Cachetada nocturna”. Me
extraña recibir una llamada de “Cachetada”, por un momento pensé que había
ocurrido algo, puesto que él no suele llamar durante el día. Mas su voz tranquila
y algo ronca denotaba una normalidad. Seguramente se habrá hueveado al marcar
mi número, pensé.
“Cachetada” me preguntó por la raza de
mi perro Onur. No supe responder, se supone que es un pekinés, como sus padres,
pero Onur no tiene el rostro aplastado de los pekineses. Más de una vez he
barajado la posibilidad de que Onur sea producto de una infidelidad de su
madre. Le pregunté a “Cachetada” por qué quería saber la raza de mi perrito de
no más de seis meses. Iba a recibir su respuesta pero un ruido lo interrumpió,
su respuesta demoró, me dijo que se le cayeron los platos que estaba
lavando en el lavadero. Al rato me comentó que acababa de comprarse una perra
de año y medio y su intención era cruzarla con Onur. ¿Cómo? Sí, cruzarla con tu
perro y así mis cachorritos me salgan bonitos. ¿Qué? Oe, “Cachetada”, mi
perrito a duras penas llega a los seis meses. No importa.
No había que pensarlo mucho. Le diría
que espere unos meses puesto que mi perro aún estaba reconociéndose, aunque a
decir verdad, lo he venido percibiendo inquieto a razón de las perras del
barrio que se le acercan cada vez que se le pasea en el parque.
Era una locura lo que proponía “Cachetada”.
Llevaba más de cinco minutos insistiéndome en
cruzar a Onur con su perra.
¿Y cómo se llama tu perra?
Wendolain.
¿Cómo?
Wendolain. ¿Bonito nombre, no?
Corté la llamada y seguí en la relectura
de Carrére.
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