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Después de algunos días me reactivo en
las actividades cotidianas. La escritura del recuento hizo que decidiera a no
volver a publicar algo así en tan poco tiempo. Su escritura me desgastó un
poco, pero bueno, ya descansé y ahora me abocaré de lleno a algunas actividades
que estaba postergando a razón de las fiestas de fin de año.
El viernes tendré como invitado a
Oswaldo Reynoso en el ciclo de charlas que llevo a cabo en la librería El
Virrey del Centro Histórico. Me pongo a releer las notas que en su momento hice
de la obra de Reynoso, acto que significa una vuelta a los años en que
deambulaba por el centro de Lima en busca de libros y música. Hubo un tiempo en
que no me gustaba recordar esas épocas, meses y años cubiertos bajo la sombra
de la dictadura fujimorista. Esa época, para los que la vivimos, significó un
brusco paso de la abulia al estallido emocional, al menos para los que por
posería o convicción habíamos decidido manifestar nuestra furia con la
dictadura, o para quienes simplemente querían hacer desorden en medio del
aburrimiento.
Más de una vez he hablado de esas
protestas y marchas, de esos años con los lectores, específicamente los más
jóvenes que frisan los 25 años, cuyo nivel cultural es superior a los de la
mayoría de su generación, soy testigo del asombro que reflejan sus rostros,
quizá el mismo asombro que uno tenía cuando los mayores me hablaban de las
protestas y marchas de los setenta, tiempo lejano y épico.
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