miércoles, diciembre 23, 2015

402

Para ser un día de sol, como manda el calendario, me alegra que no haya salido el sol. Me acostumbro a todos los climas, mas Lima tiene la peculiaridad de su humedad, por demás insoportable, capaz de matar todas las buenas intenciones que uno pueda mostrar. Basta caminar dos cuadras en pleno verano para terminar empapado, meloso y pegajoso. Eso es lo que me fastidia del verano limeño, la humedad y sus consecuencias. 
Durante un tiempo tuve la idea de largarme de Lima los veranos, radicar tres meses o en Chosica o en Chaclacayo, pero las responsabilidades me obligaban a quedar en Lima en los meses de sol y sudor. El verano es la estación que más detesto. 
No es que me sienta. Nunca hice nada factible para hacer realidad lo de los tres meses fuera de Lima. No pasé del ligero deseo, del entusiasmo mediocre. Entonces, solo me queda aceptar esta realidad del verano, jodida realidad que me la gané a pulso. 
Apuraba el paso hacia la salida de la estación Lampa del Metropolitano. Mujeres y patas ligeramente abrigados. No era el único en polo, pero éramos muy pocos, así que conté cuántos estaban vestidos parecido a mí, y jugué con posibilidades, queriendo encontrar características en común. Contadas veces he hecho este ejercicio incentivado por el mero hueveo. En principio me pareció una idea por demás interesante, pero esta se vio interrumpida por una pareja de punkis que vendía comida vegana en una de las bancas de concreto de la Plaza San Martín. Ellos me llamaban por mi nombre. 
Juan Diego y Yane son pareja y con otras puntas tienen una banda con la que suelen ofrecer tocadas en El Salón Imperial de Caylloma. He ido varias veces a las tocadas del salón, pero nunca he intimado con las puntas que se congregan allí. Si conozco a Juan Diego y Yane es por Jacqueline, una librera del Boulevard, que me los presentó meses atrás en una feria vegana que se hizo en el auditorio César Vallejo del Boulevard. 
Me hablan de una próxima tocada en el Salón, aunque Yane se muestra algo preocupada porque se ha corrido el rumor de una amenaza de un posible altercado entre un grupo de vecinos que vive en el edificio en donde queda el Salón contra otro grupo de vecinos que reclama su salida para que puedan disponer el espacio de los primeros. 
Les pregunto si alguna vez han entrado a ese edificio, Juan me responde que sí, “vivimos en uno de los cuartos”. Presto atención, puesto que siempre he querido entrar a ese edificio que es más grande, inmenso, de lo que parece desde la calle. Dentro de él viven muchísimas personas, el alquiler de cuartos es fácil uno de los más baratos de toda la ciudad. 
Quedo en verlos más tarde, cosa que acordamos una incursión en el edificio. Antes de fin de año sería ideal. Le digo a Yane que no se preocupe por lo del concierto, ya que también he escuchado de ese rumor. Más bien, esos rumores incitan a los parroquianos del pogo a ir en mayor cantidad. 
Antes de irme, les compro un keke de plátano. Buenazo, por decir lo menos.

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