408
Por alguna razón, he visto la
transmisión de una película en varios canales de cable. Cuando me topaba con
ella, la película en cuestión ya había empezado y en cada uno de estos
encuentros miraba lo que quedaba. De esta manera, armé un rompecabezas de
secuencias hasta tener un panorama completo de ella. Me gustó este método y
sirve de mucho, en especial cuando sientes flojera de buscar esta película entre
las miles de películas que tengo en mi casa, en especial las que he guardado en
cajas de leche Gloria debajo de mi cama.
No es una obra maestra, pero con los
años se ha convertido en una película de culto. Razones varias, pero una se me
viene a la mente: su epifanía que depende de nuestro recuerdo emocional
asociado a nuestra primera juventud, en ese puente entre la adolescencia y la
vida fuera del colegio, puente signado por un incontenible espíritu de
arrechura y violencia. Hablo de una etapa en la que alguna vez nos hemos
sentido un “guerrero”. Cada quien a su modo libraba una batalla, contra lo que
sea, hasta con uno mismo. O también podrías asumir esa etapa como una metáfora
callejera de la supervivencia.
Es por ello que sin grandes actuaciones
y con modestia en presupuesto, The
Warriors (1979) de Roger Hill aún permanece en el imaginario de dos
generaciones, al menos. El argumento es por demás sencillo. Los pandilleros son
convocados por Cyrus, líder de los Riffs, a una reunión de pandillas para dar a
conocer los planes que realizarían en conjunto. Cyrus es un orador que
hipnotiza, las pandillas congregadas celebran los planes del líder, puesto que
juntas serían un ejército de casi 90 mil soldados contra los 20 mil de la
policía de la ciudad.
Cyrus es un becerro de oro para los
pandilleros reunidos, un becerro que cae al suelo gracias a un disparo que
recibe en medio del pecho. Los Riffs y las demás pandillas buscan un chivo
expiatorio y acusan a los Warriors. Los Riffs ordenan que los traigan vivos o
en pedazos. Entonces comienza una cacería nocturna. Los Warriors solo estarán a
salvo en Coney Island. El trayecto al refugio será no menos que duro y no menos penoso. Hay que correr, caminar y
aprovechar los tramos del subterráneo. Sortear las emboscadas y confiar en la
suerte.
En lo personal, también tengo presente
esta película por su música. Imposible imaginarla/recordarla sin su banda
sonora, que bien podría ser una de las últimas manifestaciones de la era disco
con condimento psicodélico setentero.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal