martes, julio 19, 2016

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A las 2 y 30 de la tarde salí de casa y me dirijo a Miraflores, en la que conversaré con un amigo chileno, Luis, que para más señas, es también escritor y editor. En el taxi, leo la edición de Tusquets de La conciencia del límite último de Carlos Calderón Fajardo, novela que presentaré en unos días en la FIL, con Francisco y Pablo.
Le pedí al taxista que bajara el volumen de la música que estaba escuchando. Me pidió disculpas por la música y que entendía que no me gustara, porque se la había pedido el pasajero que me antecedió. No me hice problemas, algo de Pink Floyd, el “Dogs” podría sonar muy bien en esta tarde gris y fría; el frío me embestía con fuerza inusual, misma fuerza recargada con la firme intención de hacerme partícipe de ese malestar que tanto temo, con el que sí me dejo de huevadas, ajá, la gripe.
Entonces pienso en las maneras que podría alejar la gripe, de una vez y para no ausentarme en los próximos días, de las actividades en las que participaré. Mientras barajo mis cábalas, porque soy un hombre de cábalas, llego a mi destino. Pago la carrera y me dirijo al encuentro con Luis, con quien me quedo conversando de todo, en perfecta sintonía de los temas que abordamos, tanto en narrativa como en ediciones. Aunque claro, con más de un punto de desencuentro, pero nada del otro mundo, una conversa pautada por las ideas uniformes, jamás será una conversa.
Pienso en caminar un rato por Miraflores, pero recibo una llamada. Hay que regresar a casa cuanto antes, porque mañana será el homenaje de Kloaka a Eduardo Chirinos en Sur. Lo que pensaba que me tomaría más tiempo, lo resuelvo en pocos minutos. Igual, me alegró volver rápido a casa y ayudar a mi madre en algunos arreglos de la sala y ponerme a revisar, en calma, los libros que he recibido en los últimos días.
Dentro de un rato, retomaré la lectura de la novela de Carlos. No sé cuántas veces la he leído desde que la leí por primera vez, solo sé que se trata de una pequeña obra maestra que no dudaré en recomendar cada vez que pueda. 
Eso.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Gran libro de Carlos Calderón Fajardo

2:13 p.m.  

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