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Me disponía a descansar, cuando
encuentro, por gracia de la casualidad, Network
(1976) de Sidney Lumet. La película, en su comercialización en español, recibió
el título de Poder que mata. Sin
duda, uno de sus mejores títulos, que para ser sincero, no recordaba bien. Así
es que me acomodé, aunque antes me abastecí mi termo con café.
Cuando hervía el agua para el café,
recordaba las películas que vi de este director estadounidense, y ese solo acto
de recordar, ese poder capaz de hacerte brotar las conmociones que permanecían
ocultas y embaladas en los recintos de la memoria emocional, me revelaron que
de Lumet he aprendido más de lo que pensé que había aprendido, llevándome a los
años en los que más de una vez vi ciclos dedicados a su obra. Lo que más
recordaba de esos ciclos, a diferencia de los dedicados a otros autores, es que
cada ciclo dedicado a este director era muy distinto del otro, con alguna que
otra película referente, insustituible, entre ellos. No era para menos, Lumet
fue un maestro, quizá no genial, pero de quien sí te podías dar el lujo de
aprender. Es decir, narrativa sencilla, pero muy iluminadora cuando se trataba
de contar historias.
Lumet respetaba la configuración básica
que debe tener todo relato, así es: la configuración moral de sus personajes.
Lumet partía de ese detalle que hoy en día se descuida demasiado en el cine,
con directores más preocupados en cuestiones menores como, por ejemplo, los
efectos especiales. Pienso en Lumet y pienso en un director muy comercial. Sus
películas eran muy vistas y apreciadas, aunque también no eran ajenas a la
irregularidad, pero hablamos de una irregularidad entendible, puesto que Lumet era
un director muy prolífico, al punto que su última película, la genial Before the Devil Knows You´re Dead, la
dirigió a los 83 años.
Listo el café, volví a esta obra maestra,
no para concentrarme en los lineamientos generales de su argumento, uno que
manifestaba la natural degradación del mundo de la televisión. Me interesaba
recordar ese personaje tan peculiar y a la vez inolvidable como la productora
de televisión Diane Christensen, interpretado por Faye Dunaway en un sublime
estado de gracia. Mujer diabólica, por donde la mires, y por esa razón
suculenta y peligrosa, que no cree en nada con tal de satisfacer su ansia de
poder. De todos los personajes de Network,
el de Diane es el que está más dispuesto a perennizar un poder y en el
cumplimiento de ese deseo no tardará en degradarse. En ella se refleja la
metáfora del poder que pudre, en su caso se dinamita el poco acervo moral que
le puede quedar luego de su retahíla de deslealtades hacia las personas que
confían en ella y que la quieren. Como en todas las películas del director, sus
personajes tienen una oportunidad de redención, algunos se acogen a esa
oportunidad y otros simplemente la dejan pasar, y Diane tenía esa oportunidad y
la manera en que elige, es lo que la convierte en un personaje que difícilmente
se borre de la mente de uno.
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