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Hace unos días, mientras conversaba con
un amigo sobre algunos posts sonados del blog, me dijo que el texto que pienso
escribir, si bien iba a ser del todo justo, pero que este no iba a tener las
suficientes adhesiones como sí los que de alguna manera forjaron tendencia en
las últimas semanas. Obviamente, este amigo lo dijo en toda buena onda, y
pensando en frío lo que me decía, pues tenía razón.
Si algo ha demostrado de lo que es capaz
el escritor promedio peruano, o llamado intelectual, es su gran capacidad para
la indignación y crítica selectivas. Me costó aceptar lo que mi amigo indicaba,
y no por ingenuidad de mi parte, porque si algo he aprendido en estos años es
que cada creador e intelectual de este país sí tiene un precio y que no duda en
honrar ese precio por medio de una práctica común en la comunidad intelectual
local: el lustrabotismo silente.
Con mi amigo nos reunimos regularmente
en un café de San Borja y hablamos prácticamente de todo. Claro, son
inevitables los puntos de desencuentro, pero más allá de eso, siempre he sacado
ideas que desarrollo en su medida en varios artículos que escribo. Del tema que
próximamente pienso escribir no fue idea suya, pero sí me interesaba saber su
opinión al respecto. Lo que señaló sobre la poca popularidad que vaya a tener
el post, de la poca adhesión de los escritores e intelectuales hacia el mismo,
era pues una realidad por demás cantada. Me lo dijo no con la idea de que
dejara el post en el terreno de las meras ideas, sino para que lo haga sabiendo
que su mayor fuerza yacerá en la argumentación del mismo. Además, tanto él como
yo somos creyentes de ciertas causas que debemos cuidar sin importar si son o
no populares.
Cuando iba a explicarle la estructura de
mi artículo, mi pata me interrumpió para preguntarme si “Cachetada nocturna”
existía o era solo un invento mío. Le dije que sí, que “Cachetada” existe y que
viene haciendo escándalo a razón del Nobel de Literatura que se le otorgó a un “huevonazo
como Bob Dylan”, cuando debió concederse ese premio a “un autor inmensamente
más talentoso” como (así es, ¿lo imaginan, no?) él.
Mi pata no creyó lo que le contaba de “Cachetada”,
pero al final la realidad de ciertos personajes es mucho más fuerte que los
caprichos de la imaginación.
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