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Vuelvo de a pocos a las noticias del
día. Y cada vez estoy más seguro de que el escándalo de Odebrecht le ha quitado
la valentía a más de un intelectual/artista revoltoso de izquierda. No es para
menos, los observo en las mañanas, mientras desayuno mi pan con jamón y queso, jugo
de naranja y café. Ahora sus quejas recurrentes son otras, o, en el colmo del
cinismo discursivo -apelando al olvido, por ello, a la carencia de
autocrítica-, direccionan sus quejas a blancos más fáciles, a saber, las ratas
del Apra. ¿O me van a decir que nunca defendieron a Nadine hasta el final?
Felizmente, sus nuevas pataletas me
demoran lo que me demanda acabar mi pan con jamón y queso: 3 bocados.
Mientras lleno la jarra con agua, jarra que
me llenaré más de una vez, al igual que todos los días, pienso en un texto de
ficción que debo presentar a más tardar en abril. Me explico: a inicios de año
se puso en contacto conmigo un editor y me preguntó si podía participar en la antología
que viene preparando. Le acepté encantado sin preguntarle quiénes estaban en
esa antología, aunque el editor me adelantó segundos después algunos nombres. Al respecto debo reafirmar mi convicción en
el poder de la literatura, porque solo en ella puedo estar reunida con gente
con la que me sería inadmisible sentarme a conversar, y de suceder esa conversa
en un contexto apocalíptico, manifestaría lo mismo que he dicho de cada uno
desde este blog, en cambio ellos, y sabiendo que son expertos en la valentía virtual,
no me dirían nada, ya sea por cobardes o porque se estarían derritiendo a razón
de su trabajada y falsa superioridad moral.
Horas después aprovecho en ordenar
algunas películas en DVD que estaban invadiendo peligrosamente mi escritorio,
entre ellas llama mi atención una de Armando Bó, Intimidades de una cualquiera (¿cómo llegó a mi escritorio?, ni
idea, aunque imagino que fue en el momento que cogí un grupo de películas sin
prestar atención a sus títulos), protagonizada por la actriz de culto Isabel
Sarli. Bueno, así la consideran, de culto, y pensé si era o no una exageración
catalogarla de esa manera, pero no me hice problemas, las frivolidades tienen
un espacio privilegiado en mi memoria cinéfila.
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