"arrival": villeneuve en estado de gracia
Si hay un cineasta al que deberíamos comenzar
a seguir, ese cineasta es el canadiense Denis Villeneuve. En la coherencia de
su obra, en los circuitos de su tratamiento, ha demostrado que no se hipotecará
a los intereses comerciales, aunque esto no quiera decir que se muestre como un
renegado de la industria hollywoodense, por el contrario, es parte de esta
maquinaria aunque no lo sea, privilegio que solo contados directores pueden
exhibir en un circuito por demás carnicero cuando se trata de destazar talentos
y poéticas.
Con lo que hemos visto de él, nos basta
y sobra para catalogarlo como uno de los más importantes cineastas hoy por hoy
en el mundo. Y los hay para todos los gustos, porque su trabajo se enriquece en
una serie de temáticas distintas entre sí, cualidad que a más de un colega
habrá obligado a tenerlo como referencia, como también a ser considerado como
un director de respeto entre los cinéfilos. Pensemos en Polytechnique (2009), brutal recreación de la “Masacre de
Montreal”, ocurrida en 1989, en la que dos estudiantes desquiciados asesinan a
14 estudiantes del École Polytechnique, víctimas que exhibían una
característica común: eran mujeres. Aquí el director hace uso de recursos
mínimos, hasta podríamos decir que estamos ante un trabajo seco, dependiente exclusivamente
de los gestos de sus desquiciados asesinos que comparten una misoginia
alimentada por la superioridad de sus compañeras del politécnico en cuanto a su
futuro estudiantil y, por consiguiente, laboral. Este trabajo le significó a
Villeneuve la proyección internacional que venía buscando en el circuito
independiente y comercial de su país.
Cuando muchos creían que su futuro
estaría en tierras gringas, tuvo que demostrar otra vez su talento. Y lo hizo
con la película que es catalogada a la fecha como su obra maestra: Incendies (2010). Al respecto, ningún
amante del cine que se considere como tal puede darse el lujo de pasarla por
alto. Algo densa en principio, pero magistralmente reveladora en su alcance al
radiografiar la naturaleza humana, en especial, cuando esta condición humana se
relaciona con la violencia política. Dos hermanos reciben dos sobres de su
madre que acaba de fallecer, en cada sobre una carta, que deberán a su padre
(que creían muerto) y al hermano por parte de madre perdido en el Líbano. Los
hermanos se dirigen hacia el país materno y de esa travesía no solo saldrán
hechos pedazos, sino también redimidos en cuanto a la difícil relación que tuvieron
con su progenitora.
Tres años después, en el 2013,
Villeneuve debuta en el mercado estadounidense con la muy cumplidora Prisoners, que pudimos ver en la
cartelera local. Bajo ningún punto de vista podríamos decir que era su mejor
trabajo, pero con lo mostrado, se ubicaba por encima de la media de películas
que dependen de una fórmula narrativa. Ese mismo año, presenta otra película en
su país, Enemy, una parcial
adaptación de la novela de José Saramago, El
hombre duplicado. Aquí contó también con el protagonista de Prisoners, Jake Gyllenhaal, quien se
desempeña en un doble rol, como el historiador Adam Bell y el actor de reparto
Anthony Saint Claire. En esta producción Villeneuve manifestó su apegó por
personajes quebrados y al borde de la vesania, que ocultan un pasado que solo
pueden reprimir en la experiencia onírica, la única capaz de trastocar su
inmediata realidad. Por cierto, este dato nos permitirá entender la
configuración moral de la protagonista de su última película.
En el 2015, Villeneuve brindó un ejemplo
más de su capacidad para narrar sin depender de un genérico recurrente. Hasta
el momento, las películas mencionadas del director proyectan una marca de agua
que eleva su poética creativa: se hace cargo de proyectos en los que tiene prohibido
repetirse temáticamente. Por eso, más de uno manifestó su sorpresa con una
película cuyo tópico está en auge en el cine y las series, sorpresa porque se
encontraban ante una mirada distinta, pero no menos brutal, del narcotráfico.
Sin embargo, el seguidor de Villeneuve no se sentía parte de esa sorpresa, más
bien, corroboró lo que podía esperar de él. Para variar, la excelente Sicarios tuvo un paso por demás fugaz en
nuestra “maravillosa” cartelera local. Siendo una muy buena película no
despertó el entusiasmo de los espectadores limeños, solo de la crítica local
que se percató que en la obra de Villeneuve había algo nuevo, una mirada fresca
y una capacidad para hacer sencillo proyectos que en teoría pintan de sumamente
difíciles.
Eso es lo que hace Villeneuve: hace
sencillo lo que no es. Nos sumerge en una nueva mirada a cuenta de géneros ya
recorridos y de los que solo podemos esperar una guía de manual. La realidad
actual de Villeneuve nos hace recordar a los inicios y posterior consagración
de otro grande: Paul Thomas Anderson.
Tal y como me lo comentó una joven
escritora peruana: a lo Rodrigo Fresán sobre El fondo del cielo, parafraseándolo: su último trabajo es una
película de ciencia ficción sin ciencia ficción.
Arrival (2016),
adaptación de la novela corta Story of
Your Life de Ted Chiang, ha llegado a nuestra cartelera por cuestión de
gracia y desde este espacio sugerimos su visión como si fuera una experiencia
excluyente. No hablamos de una obra maestra, aunque esta apreciación bien
podría cambiar en los próximos años. No hay que presas de los entusiasmos
inmediatos.
¿Cómo narrar un registro del que se ha
narrado lo suficiente y con más de una obra maestra en el camino? ¿Cómo contar
la llegada de una flota de naves especiales, cada una ubicada en los cielos de
doce ciudades del mundo, hecho que genera la alarma de los países líderes y de
la población, sin caer en la repetición del género?
La lingüista Louise Banks (Amy Adams) y el
físico Ian Donnely (Jeremy Renner) son contratados por la ONU con el objetivo
de comunicarse con los extraterrestres y, de esta manera, saber cuáles son sus
intenciones. Sin embargo, a medida que pasan los minutos nos percatamos de que
la película no es lo que se le anunció al espectador, sino un relato sobre la
comunicación. En este sentido, Villeneuve explota el personaje de Adams, que
aparte de ser una lingüista reputada, arrastra el luto de una hija que murió
muy joven. Hablamos de la configuración de un tipo de personaje afín al gusto
de su director, quien, como ya indicamos, es un adepto de almas quebradas, aunque
a diferencia de trabajos anteriores (a saber, Enemy), ahora deja en evidencia un discurso sensiblón que bien pudo
evitarse. En Banks hallamos los momentos epifánicos de Arrival. Adams sorprende en su rol, sin duda el más logrado de su
carrera, puesto que por medio de su personaje, Villeneuve alcanza el artístico
nivel emocional que asegura a Arrival
como una película diferente a su inicial nomenclatura, convirtiéndola en una
feroz introspección psicológica. Además, gracias a la soberbia actuación de
Adams accedemos a esas escenas de antología en su interacción con los
extraterrestres. Interacción que cualquier espectador con derecho al
escepticismo pudo dudar de su desarrollo, pero consideramos que poco
escepticismo debió quedar detrás de un proceso comunicacional que apela a la
semiótica, pero llevado con un voltaje emocional que la distingue y que, por
ende, resulta medular en el curso de la trama. Hablamos de un mérito del
director, no todos están en capacidad de administrar inteligencia y emoción.
Como ya sabemos, Arrival compite en la categoría de Mejor Película en la próxima
edición del Oscar. Sabemos también que Adams no está nominada a Mejor Actriz.
No importa ni lo uno ni lo otro. Al igual que los buenos libros, las buenas
películas saben abrirse paso en la esencia de su legitimidad, muy ajenas a las
engañifas de los premios.
Consignemos también que Villeneuve ha
mostrado en el género de la ciencia ficción que es un director con una mirada
nueva. De momento, solo podemos esperar lo mejor de su siguiente proyecto: la
segunda parte de Blade Runner.
…
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