incoherencia hipster
Un artículo del escritor español Hernán
Migoya pone de manifiesto nuestra precaria y triste realidad cultural, esta vez
relacionada al distrito que se precia de ser el más artístico y cultural del
país. Al parecer, a Migoya no le basta con retratar a la Lima de los últimos
años, sino que contra su voluntad nos ofrece ahora un fresco por demás
vergonzoso de cómo se administra un bien cultural como una biblioteca.
No es para menos, la riqueza histórica y
cultural de Barranco lo convierte en un foco de atracción no solo para
peruanos, sino también para extranjeros, más aún cuando estas sensibilidades
vienen excitadas por un poliédrico afán de aventuras, entre ellas, las
existenciales.
Sería ocioso hacer una lista al vuelo de
las virtudes culturales que exhibe el distrito. Si Barranco es lo que es, lo es
gracias a su cultura, y si su cultura es lo que es, lo es gracias a la
literatura que ha inspirado e inspira este distrito.
Quien esto escribe no vive en Barranco,
pero voy a Barranco tres veces por semana. Y lamento, ya sea por sobradez o
porque libros no me faltan, no haber entrado jamás a la biblioteca Manuel
Beingolea, ubicada en la Plaza Central del distrito, que siempre imaginé
provista de joyas bibliográficas. Al menos, esto es lo que uno puede imaginar
con la pintaza que su arquitectura proyecta en el transeúnte.
Asumo también el artículo como una
revelación del material del que están hechos los hombres y mujeres que hacen
suyo el discurso cultural, porque este problema, no solo es de los
barranquinos, sino también de toda persona vinculada al mundo del libro, ya sea
desde el oficialismo o el activismo político-cultural. Entonces, estamos ante
una prueba de la falsedad de este discurso, ante una prueba irrefutable de la
trepaduría que configura a los hombres y mujeres que no solo hacen discurso,
sino también dinero, en base a la importancia de la lectura. No estamos ante un
problema distrital, y quien lo piense así, pues que se ponga a averiguar del
legado cultural, sea histórico y actual, de Barranco.
El discurso cultural hecho en Perú, a
saber, solo se limita a llenar la boca de palabras motivacionales sobre la
difusión de la lectura. Resulta pajita, brinda cierto prestigio, pero este
discurso no demora en exhibir sus agujeros cuando ves la calamidad de una
biblioteca de un distrito emblemático, biblioteca que más parece un puesto de
venta de libros piratas. Y quizá peque de prejuicioso, pero estoy seguro de
que más un figurón/figurona no tiene la más mínima idea sobre quién fue
Manuel Beingolea, estupendo narrador al que deberíamos rescatar, y del que espero
(iré en los próximos días) encontrar al menos un ejemplar de un libro suyo de entre los 6000 libros
que los encargados de esta biblioteca aseguran tener guardados en un espacio
fuera del alcance de los lectores. Aunque indiquemos también que este problema sobrepasa a los encargados de la biblioteca, que, imagino, cuentan con poco presupuesto del gobierno edil, pero ello no los libra del mal gusto que se ve hasta en la disposición de los libros en los anaqueles.
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