youtube es insuficiente
A menos que me equivoque, en los
próximos días se estrenará el programa de televisión Entre libros.
No hace falta explicar mucho, aunque la
redundancia siempre es buena: un programa de televisión dedicado a la
producción libresca es por demás necesario, no solo en un país que necesita a
gritos de la promoción de la lectura, sino porque lo libresco es lo mejor que puede ostentar este país. La literatura es
el baluarte de nuestra cultura. Seríamos ociosos y malintencionados si la
comparamos con las otras manifestaciones culturales peruanas.
Ya era hora que volvamos a tener un
programa de televisión de esta característica: de una hora de duración. En este
sentido, destaquemos la apuesta del canal estatal, que para eso está, para
promover programas que, a diferencia de los que transmite la producción privada,
no están sujetos a los mandatos de la teleaudiencia.
En lo personal, no tengo duda alguna de
las capacidades literarias e intelectuales de sus conductores, los escritores
Alonso Rabí y José Carlos Yrigoyen. Al segundo lo conozco, y al primero no,
pese a que exhibe muestras de cariño hacia mí cada vez que puede… Y sé también
que a medida que vayan corriendo las emisiones, sus desaciertos los irán
corrigiendo, porque todo se puede mejorar puesto que partimos de la base ya señalada.
Sin embargo, no podemos desatender la
posible existencia de una tara que signó al inmediato antecedente de EL. Así es, me refiero a Vano oficio, que durante muchos años condujo
el escritor Iván Thays, también en la misma casa televisiva que ahora alberga a
los conductores de este nuevo programa cultural.
Queda claro que el problema con Thays
jamás fue su capacidad, porque antes de conductor, era/es un gran lector. No
reconocerle esta cualidad, sería un acto de sublime mezquindad.
Bien sabemos que la tara en VO fue otra: una abierta negación a la
pluralidad. Para cualquier seguidor atento de la literatura peruana, le
resultaba imposible entender por qué jamás se invitó a escritores de legítimas
resonancias como Miguel Gutiérrez y Jorge Pimentel. No vamos a negar que por
medio de este programa pudimos ver y escuchar a escritores capitales de nuestra
literatura contemporánea, pero también fuimos testigos de muchísima cachina.
Por ello, cuando se recuerda el “aporte” de VO,
lo asociamos como un programa de televisión pautado por el sentimiento menor y
el rancio capricho de su conductor, peor si indicamos que estas políticas
personales las llevó a cabo en el canal oficial. Este señalamiento no puede ser
pasado por alto, porque todo programa televisivo del canal oficial está llamado
a cumplir una tácita función: construir la memoria audiovisual de la cultura
peruana. Las críticas a VO son
pertinentes, porque su conductor tuvo mucho tiempo para corregir su política
personal excluyente y, sencillamente, no le dio la gana. Son de antología, por
ejemplo, las razones que esgrimió para no invitar a Gutiérrez (sabemos ahora
que el discursillo de las diferencias políticas e ideológicas fueron meros
pretextos para no invitar al autor que lo mandó a comprar pan, tamales y café
después de leer el mecanoscrito de un libro que le entregó cuando joven). No
menos antológicas fueron las razones que manifestó para no invitar a escritores
jóvenes valiosos en plena construcción de poéticas que venían gozando del
saludo de la crítica y de la atención de la lectoría. Claro, podemos entender
esta política personal si estuviéramos recordando un programa privado, en el que
si gustabas, podías invitar al sobrino de la prima del padre de la hija del
vecino del asesor de la secretaria del amigo del editor de la amiga de infancia
del tío de Vargas Llosa.
Esta reflexión mañanera, previa a la
sensación de resaca dominguera, obedece a que las quejas hacia Thays ahora
serán nada contra posibles reparos que se le formulen a Rabí e Yrigoyen.
Pensemos en esta eventualidad: un estado de Facebook, en el que se exprese con
argumentos y ejemplos la más mínima prueba de exclusión y falta de pluralidad
en EL, hecho que puede resultar letal, mucho
más que un artículo o carta publicado en un medio tradicional.
Por otra parte, la aparición de EL sucede en un momento por demás
especial para literatura peruana. Las redes sociales han puesto en evidencia la
radiografía de nuestra comunidad literaria: todos sus representantes se
consideran merecedores de atención. La falta de (auto)crítica nos ha arrojado
esta realidad de espanto, en la que ha quedado prohibida la honestidad valorativa sobre los libros que se publican, al punto que los Likes de las portátiles de
los autores pesan más que las lecturas atentas.
Obviamente, hoy en día tenemos muchas
plataformas de difusión, como Youtube. Hasta los autores peruanos menos visibles
tienen su video en donde nos hablan sobre sus “indiscutibles” logros literarios.
Pero ahora con la aparición de un programa sobre libros patrocinado por el
canal oficial, Youtube les será insuficiente. Más de uno estará atento a su
mail o Inbox, listos para responder con una carita feliz la invitación a la
consagración que les significaría aparecer en señal abierta.
Que los problemas sean otros en EL, no la
falta de pluralidad. Todo se puede solucionar con estilo, buen gusto, inteligencia y buena voluntad.
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