basuco
Compré Basuco, la revista de los narradores y críticos Fernando Toledo y
Richard Parra. La leí en mi recurrente café barranquino, del que soy fanático
por su pastel de pasto, como dice Inés, o llámalo pastel de acelga. No pensé
que me quedaría mucho tiempo, porque en principio quería revisar la revista en
sus aspectos generales, como el diseño, la diagramación, que exhibían un
criterio que me recordó a cierta estética visual revisteril de fines de los noventa,
pero esta es otra cosa, con más nervio y lejana del efectismo. Entonces, lo que
parecía una revisión se convirtió en una atención excluyente, al menos durante una
hora. Pedí otro espresso y cambié el pastel de pasto por una empanada de carne.
No era para menos, el editorial de la
revista, Cuadrúpedo basuco, anuncia
la pauta ideológica y estética que presentarán sus páginas. Si la memoria no me
falla, no recuerdo haber leído un editorial que supure tanta rabia festiva
conducida por senderos que cuestionan, entre otros aspectos, a las actuales tendencias
narrativas, del mismo modo a las putas poses de aquellos que se hacen llamar
escritores e intelectuales. En realidad, es una patada en la entrepierna que
ojalá haga pensar a más de un(a) atorrante. En otras palabras, Basuco, al galope entre la ficción y el
ensayo, se anuncia como una revista incómoda, y eso lo que me gusta más de este
primer número, que pese a encontrar contados textos de los que esperábamos más,
exhibe personalidad.
Dije que esperaba más, y al respecto pienso
en los relatos de Juan José Sandoval, Indira Anampa y el buen narrador
Sebastián Esponda, de quien sugiero buscar su libro El polvo de los grandes. Buenas ideas pero irregular desarrollo. También
esperaba más de las respuestas de Manuel Fernández, que respondió por cumplir
en la entrevista que se le realiza. Por otro lado, Basuco muestra la indicada personalidad con Miluska Benavides,
Toledo, Parra, Betina González y Patricia de Souza. Mención especial merece la
entrevista de Luz Vargas de la Vega a Juan Daniel F. Molero, director de la
película Videofilia, que pude ver
hace algunas semanas en Casa Bagre.
Para ser el primer número, Basuco pasa la prueba sin necesidad del
buenagentismo valorativo. Hay que leerla y discutirla, esa es la intención del
editorial, además, los textos son el testimonio de una coherencia. Editorial y
contenido no vienen signados por el divorcio ético. De ser así, no estaríamos
ante una revista que pretenda honrar su nombre.
Se deduce: Basuco es una revista que incomodará, cosa que nos alegra. Ante ello, su existencia depende
de la autogestión, entonces el denominado lector tiene que hacer su parte:
comprarla, cuesta 12 mangos. Solo de esta manera seguirá existiendo y, muy en
lo personal, prefiero que exista así, sin depender de auspicio alguno.
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