sábado, abril 22, 2017

mujeres borradas

Como lo sabe el lector del blog, los domingos suelo ir de librerías. La razón es muy simple: no me gusta la aglomeración, en ninguno de sus matices. No hay mejor día para revisar libros que este dedicado, por lo general, al ocio. Sin embargo, este fin de semana las librerías vienen realizando actividades a razón del Día del Libro. Lo pienso dos veces, porque a causa de las ofertas que todas las librerías ofrecerán, estas parecerán como si estuviesen atendiendo en un día de semana. Entonces, mi plan inicial era ir faltando dos horas para el cierre, rango de tiempo que solo me permitía recorrer contadas librerías, a lo mucho tres.
Pues bien, entre las actividades de las librerías, la que se desarrollaría en el local de Crisol del Óvalo Gutiérrez llamó mi atención, sea por el tema, La Literatura y su contexto actual, y porque entre los panelistas se encontraba un amigo mío. Este detalle hizo planeara mejor mi incursión dominguera, al punto que dejaría de ver el triunfo de Alianza Lima ante Municipal.
Después de cerrar mi plan me desentendí por completo del asunto. Aunque no parezca, llevo días muy desentendido de muchas cosas, recuperándome de una dolencia en la muñeca izquierda, dolencia que no me impide escribir, pero sí sostener objetos como una de taza café. Ya haré un post para contarles de esta dolencia.
Pero a medida que corren las horas, me entero que el evento al que asistiría ha desatado una especie de indignación en el pueblo letrado, indignación que ha llevado a que se cancele. La razón no pudo ser más justa.
Alivia, sí, que Crisol acepte su error, pero considero también que esta mea culpa es estratégica, ajena al sinceramiento institucional ante la torpeza cometida: el ninguneo a la mujer que escribe. De las tres mesas programadas, solo una mujer. Además, un evento como este contó con los días suficientes como para reparar en esta ominosa omisión.
Quien escribe ha denunciado más de una vez el ninguneo paulatino a las escritoras peruanas, no solo en artículos, también en una antología. Por ello, eventos como los señalados son la constatación del verdadero rasero aún presente entre los no pocos discursos inclusivos. No se tomaron en cuenta a las mujeres por cuestiones comerciales y por estrechez de miras del trepa al que se le encargó la organización. 
Por eso, resulta saludable que se critique esta clase de ninguneos, pero aún más, que se tomen acciones que honren la indignación, que sirvan de aviso para que en el futuro no vuelvan a cometerse esta clase de exclusiones, con mayor razón cuando se desarrolla en un marco que obedece a la promoción de la lectura. Tenemos suficientes escritoras: mediocres, malas, regulares, buenas, muy buenas y excelentes.

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