mujeres borradas
Como lo sabe el lector del blog, los
domingos suelo ir de librerías. La razón es muy simple: no me gusta la
aglomeración, en ninguno de sus matices. No hay mejor día para revisar libros
que este dedicado, por lo general, al ocio. Sin embargo, este fin de semana las
librerías vienen realizando actividades a razón del Día del Libro. Lo pienso
dos veces, porque a causa de las ofertas que todas las librerías ofrecerán,
estas parecerán como si estuviesen atendiendo en un día de semana. Entonces, mi
plan inicial era ir faltando dos horas para el cierre, rango de tiempo que solo
me permitía recorrer contadas librerías, a lo mucho tres.
Pues bien, entre las actividades de las
librerías, la que se desarrollaría en el local de Crisol del Óvalo Gutiérrez llamó
mi atención, sea por el tema, La
Literatura y su contexto actual, y porque entre los panelistas se
encontraba un amigo mío. Este detalle hizo planeara mejor mi incursión
dominguera, al punto que dejaría de ver el triunfo de Alianza Lima ante
Municipal.
Después de cerrar mi plan me desentendí
por completo del asunto. Aunque no parezca, llevo días muy desentendido de
muchas cosas, recuperándome de una dolencia en la muñeca izquierda, dolencia
que no me impide escribir, pero sí sostener objetos como una de taza café. Ya
haré un post para contarles de esta dolencia.
Pero a medida que corren las horas, me
entero que el evento al que asistiría ha desatado una especie de indignación en
el pueblo letrado, indignación que ha llevado a que se cancele. La razón no
pudo ser más justa.
Alivia, sí, que Crisol acepte su error, pero
considero también que esta mea culpa es estratégica, ajena al sinceramiento
institucional ante la torpeza cometida: el ninguneo a la mujer que escribe. De
las tres mesas programadas, solo una mujer. Además, un evento como este contó
con los días suficientes como para reparar en esta ominosa omisión.
Quien escribe ha denunciado más de una
vez el ninguneo paulatino a las escritoras peruanas, no solo en artículos, también
en una antología. Por ello, eventos como los señalados son la constatación del
verdadero rasero aún presente entre los no pocos discursos inclusivos. No se
tomaron en cuenta a las mujeres por cuestiones comerciales y por estrechez de
miras del trepa al que se le encargó la organización.
Por eso, resulta saludable que se
critique esta clase de ninguneos, pero aún más, que se tomen acciones que
honren la indignación, que sirvan de aviso para que en el futuro no vuelvan a
cometerse esta clase de exclusiones, con mayor razón cuando se desarrolla en un
marco que obedece a la promoción de la lectura. Tenemos suficientes escritoras:
mediocres, malas, regulares, buenas, muy buenas y excelentes.
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