doble rasero
En estos días, en los que decido sí
utilizar o no una muñequera durante los próximos dos meses, me pongo a revisar
los artículos publicados el último fin de semana en los diarios locales.
Prefiero eso a seguir la lectura de un libro que no muestra la más mínima inspiración
narrativa, el cual comentaré en las próximas semanas.
Me pongo al día con los artículos y uno
de la periodista María Luisa del Río revuelve mis recuerdos. Lo pueden leer
aquí.
Pero antes de pasar al detallado al
vuelo de los recuerdos, pongámonos en onda para entender la situación: la
semana pasada un par de cantamañanas argentinos se pasearon por medios de
comunicación y universidades promocionando un libro escrito al alimón, en el
que se nos “explica” y “alerta” (ojo con el entrecomillado) sobre la mentira discursiva
que sustenta a la ideología de género. A causa de la promoción de este
mamotreto, los cantamañanas fueron enfrentados por Patricia del Río en RPP. Ya
sabemos lo que ocurrió después: los cantamañanas argentinos terminaron ganando
una batalla discursiva, hecho que encendió la cólera de los defensores de la
ideología de género en nuestro país, además, PdR pagó cara su actitud,
recibiendo una andanada de señalamientos por su poca preparación cuando bien
pudo salir airosa de aquel debate si hubiese hecho lo que se supone debió.
El artículo de MdR es claro en su
propósito: defender la reacción de su hermana. Y aplaudo esa actitud, porque
para eso están las hermanas y hermanos, para defenderse y apoyarse. Sin
embargo, lo mismo que dije de PdR, también puedo decir de MdR, aunque para ella
el doble rasero se muestra en el esplendor de su metáfora: la indignación
estratégica.
Creo que estamos de acuerdo en un punto:
mujeres y mujeres pensantes, y de buena voluntad, debemos sumarnos a la lucha
contra los pequeños y grandes abusos que sufren miles de mujeres en este país.
Y sé que al respecto MdR estará totalmente de acuerdo conmigo. En lo personal,
me aúno a esta causa por convicciones de igualdad y respeto entre mujeres y
hombres, sin importarme en lo más mínimo si simpatizo o no con el discurso
feminista.
Pero MdR dice lo siguiente en su
artículo, la dinamita que hizo explotar mis recuerdos:
“El acoso sexual es violento aquí y en
la China, y no se detienen balas de cañón con plumas de ganso.”
Cierto. El acoso a las mujeres en Perú
es, desgraciadamente, una norma social aceptada y festejada.
Sin embargo, qué pensar de esa sentencia
cuando tuvo que tomar posición cuando el año pasado se dio un sonado caso de
acoso que tuvo a Gustavo Faverón como infeliz protagonista. Pueden leer aquí lo
que escribió al respecto.
Allí, para MdR las formas, la
objetividad y el cruce de información sí valían. No pues, en ese artículo se
exhibió una postura tibia, por no decir hasta las huevas. No hizo lo que debió
como periodista, menos como una que muchas veces se ha definido como denunciante
contra los maltratos a la mujer: investigar antes de opinar en su columna.
Además, esta actitud de MdR la relaciono con la que tuvo el colectivo Niunamenos versión Perú, que también
hizo eco de las formas. Tanto MdR y la mayoría de feministas del mundo letrado
local se comportaron igual que cualquier teniente de comisaria de barrio cuando
llega una mujer dispuesta a denunciar a un acosador identificado.
Lección: que no se vuelva a repetir.
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