anticuchos éticos
No hay día en que no asistamos al
horror. Pienso bien mis palabras, porque cuesta sintonizar con las ideas de
aquellos a los que criticas, ya sean del mundo periodístico o del circuito
político. No le entro en vainas: hemos sido gobernados por un violador de los
Derechos Humanos.
Es precisamente en situaciones como esta
en las que uno sabe quién es quién el mundillo intelectual peruano. Asistimos
pues a la práctica por excelencia de la criollada local: hacerse el huevón.
¿Qué pensaría Mariátegui al ver que sus discípulos que pregonan sus principios
apoyaron a un asesino de campesinos? Porque eso es lo que ocurrió: apoyaron a
Ollanta Humala sabiendo que sobre este recaían serias sospechas sobre su accionar
en la base de Madre Mía entre 1991 y 1993.
Pero las sospechas dejaron de ser tales,
ahora asistimos al triste espectáculo de la certeza.
No hay día en que no revise los diarios
y portales, a la espera de la autocrítica y de las disculpas de los líderes de
opinión de izquierda, pero nada. Cada quien por su lado, en silencio o
enfocándose en otros temas, bajo la esperanza de que las nuevas pruebas sobre
su otrora líder político sean desplazadas por otras noticias de coyuntura.
En cuanto a los escritores, un par rubricados
por el despiste estratégico. El primero, mi causa, mi bro, mi pata, que solo
vive para el relacionismo, y de quien espero al menos una autocrítica pública
por su apoyo descarado a la campaña del “Capitán Carlos”. Misma guaripolera del
equipo barrial Los siete gnomos, hinchaba por Humala y su esposa Nadine, días tras
día, hora tras hora, además, en esa propaganda no dudaba en exhibir la valentía
verbal que depara el mundo virtual, la que lo caracteriza. Ya pues, “Chiboliné
du France”, hay que reconocer los errores, y lo tienes que hacer si es que
pretendes seguir hablando en tu autoimpuesta autoridad en tópicos como la
violencia política peruana. En lo personal, me sentiría hasta las patas si
hablo de la narrativa de la violencia política cuando aposté abiertamente por una
candidatura que venía manchada en sangre. Y claro, imposible pasar por alto al
chupe de Nadine Heredia, Gustavo Faverón, que ya demostró para qué es valiente
y para qué no. De qué le vale criticar al clan naranja de los Fujimori si se
muestra incapaz de hacerlo con el sujeto que compró testigos para que cambiarán
la versión de lo que en principio declararon ante la justicia, eso: el “Capitán
Carlos” era Ollanta Humala. A este resucitado la amistad con Nadine le está
jugando muy mal. Lo sabe, pero se hace el huevón: todo discurso intelectual
debe guardar coherencia con una actitud ética. Es decir, de nada vale hacerse
el bacancito/guachimán de la quinta virtual con tremendo anticuchazo ético en
la consciencia.
Vargas Llosa lo da a entender en El pez en el agua: a cualquier imbécil y
arribista llaman intelectual en el Perú.
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