una feria con actitud
Luego de una tarde dedicada a la
investigación en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, decido ir al
Ministerio de Cultura en lugar de regresar inmediatamente a casa.
Uno de los placeres mayores del lector
yace en el sencillo acto de recorrer una feria de libro. Eso, recorrerla,
mirar, saludar, conversar y, cómo no, encontrarse con los amigos y conocidos. Pues
bien, cuando se tiene que criticar, se hacen los señalamientos, y cuando hay
que saludar propósitos, se reconoce. En este sentido, felicito a la oficina
ministerial de la Dirección del Libro y la Lectura por la realización de la
Feria de Editoriales Peruanas La Independiente, iniciativa distinta a la
realizada el año pasado, llamada Festival del Libro y de las Ideas.
Ingreso al ministerio y me dirijo a la
Sala Kuélap y lo primero que llama mi atención es la disposición de los
espacios designados a los expositores de las editoriales, del mismo modo el
espacio destinado a las presentaciones, configurando ambos una proyección de
unidad, de integración, en la que se respira lo que interesa: el libro como
razón de encuentro. Visto esto, pasamos al recorrido detallado, en los que
hallamos las novedades editoriales de los sellos limeños, pero ante todo seremos
testigos de los que se publica en las ciudades del interior, como Cusco,
Moquegua, Piura, Juliaca, Trujillo, Tarapoto, Chimbote y Puno.
En mi experiencia de caminante ferial,
esta es la primera vez que puedo decir que sí me encuentro ante una feria que honra
su nombre. Por ello, la sola existencia de esta feria inclusiva es motivo de
celebración y esperemos que se convierta en una tradición. En otras palabras:
que su continuidad no esté supeditada a razón de la poca o mucha venta de su
primera edición.
Sin embargo, y como en toda primera edición
ferial, con mayor razón una de esta característica, no es ajena a falencias
naturales, pero si las analizamos objetivamente, no estamos ante crasos yerros,
sino perfectibles. Nada grave que señalar a menos que se quiera hacer alarde de
la mezquindad.
Y para terminar, espero que en estos
días feriales los editores independientes se reúnan y busquen impresiones
comunes que les permita fortalecerse como grupo. La mayoría de las veces, esto
se logra en un ambiente ferial, en lo discutido en la informalidad que depara
el “tiempo libre”. Solo así podrá forjarse una actitud en conjunto que sustente
formales propósitos mayores. Además, es mi deseo que entre lo discutido se
consolide el testimonio mayor que se debe guiar a todo aquel que se hace llamar
editor: consolidar el discurso de la importancia de la lectura en la práctica
de la edición.
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