cuando no se lee
Hace un tiempo leí esta sentencia del
editor y poeta chileno Matías Rivas: “hay que combatir la no lectura como si
estuviéramos combatiendo el sida.” No se puede estar más de acuerdo. Según
cifras del Ministerio de Cultura, los peruanos leemos menos de un libro al año
(0.86).
La presente estadística cuestiona el
carnaval entusiasta. Pienso en los balances de la Cámara Peruana del Libro,
festejando sus grandes ventas sin importarle el discurso sobre la importancia
de la lectura que debería guiar su fin comercial. Pienso en la crisis de las
librerías y la posible recuperación de Crisol. Pienso que el circuito está
conformado por muchos vendedores y pocos libreros con la misión de formar
lectores. Pienso en la inestabilidad de las editoriales independientes y sus
demagógicas polladas, extendiéndole la mano a papito Estado para salvarse.
Pienso en el evento Lima Imaginada del
Ministerio de Cultura, frivolidad en la que se desperdician recursos. Pienso en
los escritores peruanos, más preocupados en construir una imagen exitosa en
lugar de formar una comunidad de lectores.
La constatación de esta brutal
radiografía merece una respuesta inmediata del Estado. Sus organismos
culturales y educativos no han estado enfrentando esta problemática, a
excepción de la labor silenciosa de Milagros Saldarriaga y su equipo de la Casa
de la Literatura Peruana.
Los llamados a combatir este lastre no
están concentrados en la prioridad: la primera infancia de escasos recursos, la
juventud, los pueblos indígenas/amazónicos/afroperuanos y los adultos mayores.
Sigamos el ejemplo de batalla contra la no lectura. Se puede ver detrás de
Palacio de Gobierno, frente al Bar Cordano.
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