diferencias y señalamientos
Ayer miércoles, a la una de la tarde, me
reuní con un par de estudiantes de periodismo de la UPC en la BNP. Ellas se
contactaron conmigo a razón de un reportaje que venían realizando sobre el poco
hábito de lectura de los peruanos. Acepté porque al respecto escribí hace unos
días en un semanario local.
Había mucho que decir. Y en lo que diría
pensé mientras me dirigía a la BNP. A una de las chicas la conocía por
referencia y creí que la entrevista se realizaría en los ambientes de
la BNP, pero no pudo realizarse a causa de la burocracia. Por ello, previa
llamada, nos dirigimos a las instalaciones de una editorial independiente,
ubicada muy cerca de la BNP. En ese trayecto, ayudé a una de las chicas a
cargar el trípode, que era más pesado y grande que ella.
Conversamos sobre la logística de la
entrevista. Y me enteré de que entrevistaron y entrevistarían a preclaros
referentes locales, cosa que me alegró por ser considerado en tan selecto grupo
del pensamiento peruano, o lo que pueda entenderse como tal.
Seguimos caminando y faltando poco para
llegar, una de ellas, la que dirigiría la entrevista, me comentó sobre mi
artículo de la semana pasada. Es cierto, disparé contra todos, pero cada bala
estaba más que justificada. E hice una precisión, porque su inquietud también me
la han manifestado otras: un intelectual que trabaja para el Estado no está
libre de señalamientos por el solo hecho de ser intelectual. Las críticas y
señalamientos al intelectual no deben ser vistas como algo personal, sino como
una actitud natural. Ocurre que en nuestro circuito cultural solemos mezclar la
calidad humana de este con su desempeño público.
La entrevista salió muy bien. Las chicas
hicieron un excelente trabajo. Y como tiene que ser: cargué el pesado trípode
hasta embarcarlas en su taxi.
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