la dama de la escritura
Ahora que se habla del híbrido narrativo
como si fuera el último grito de la moda en la narrativa hispanoamericana
contemporánea, habría que pensar en una de las plumas que lo practica desde las
cimas de la consideración, y sin exigir derecho alguno sobre el mismo. Tengamos
en cuenta que la escritura bastarda es dueña de una tradición que proviene
desde los mismos inicios de la escritura, y si hacemos un ligero repaso de su
proceso, podemos rastrear sus logros mayores en los libros bíblicos.
Por eso, habría que volver una vez más,
o ingresar por primera vez según el caso, a la obra de la escritora mexicana
Margo Glantz, de quien hace unos días releí Coronada
de moscas (Sexto Piso, 2013). La experiencia de este regreso hizo que
cuestionara la esencia de su escritura, a saber, si en caso hacía falta
preguntarse si lo suyo eran los géneros o no.
En estas páginas, Glantz nos habla de un
recorrido por la India. Al igual que en sus otros libros, la autora no se
encorseta en los mandatos de las formas, sino que permite el libre flujo de la
prosa, alimentada por un conocimiento de causa de registros como el ensayo, el
diario y la crónica. Glantz nos sumerge en la historia social e íntima de este
gigantesco país por medio de la mirada crítica y el parecer incómodo, con los que
enhebra el discurso de la revelación, que bien puedes llamar, así suene a lugar
común, maravilla textual.
Muchos se complican la existencial
intelectual tratando de cartografiar la poética de Glantz. Hasta cierto punto,
esta tarea resulta por demás útil para entender las influencias que sostienen
su escritura, influencias que nos revelan que poco o nada se puede hacer si el
talento natural no es alimentado mediante la voracidad de la lectura. La
aparente facilidad de la escritura de Glantz responde a una incansable búsqueda
de fuentes, y por lo leído, no solo en el libro que hemos mencionado, sino en
otros igual de recomendables como Las
genealogías, Saña y Yo también me acuerdo, podemos colegir
que lo suyo ha sido el encapsulamiento de registros en aras de un estilo
propio, en el que yace el justo prestigio que ostenta Glantz. Esto, para los
arqueólogos del texto. Pero lo ideal es entregarse y perderse en las epifanías
que obsequia la escritura de la autora. En este sentido, ¿sirve de algo
preguntarnos por la pertenencia genérica, como si fuera una garante del placer
en la experiencia de la lectura?
En este tipo de poéticas podemos encontrar
el camino que esclarece el tráfico de confusiones que signa a la narrativa
latinoamericana actual, tan llena de supuestos descubrimientos y nuevos
discursos narrativos. En los libros de Glantz hallamos el nuevo registro, pero también la tradición que lo sustenta. Con las
verdaderas plumas no solo disfrutamos, sino también aprendemos. Eso es
magisterio.
…
En SB
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