barrio
Luego de varias horas intensas en las
que edité un texto relativamente largo, salgo a dar una vuelta por el barrio.
Aunque la intención inicial era ir a la BNP, pero me di cuenta de que no me
servía estar solo dos horas en la Hemeroteca. Por eso, me dije, para mañana, y
será mañana miércoles en la mañana.
Desde hacía tiempo que no caminaba por
los vericuetos del barrio, por aquellos senderos de implícitas explosiones
hormonales durante la adolescencia y muchísimas broncas, en especial en los
meses de verano a razón de sus salvajes partidos de fútbol. En cada partido no
te jugabas los entonces 2 puntos por victoria, sino la honorabilidad de la
cuadra. Jugábamos en una losa deportiva, que tiene un nombre que jamás supe
pero que hasta el día de hoy llaman El Núcleo.
Fui a caminar hacia El Núcleo. De paso,
quería cerciorarme de lo que escucho sin escuchar, la volada de que hay una
interesante colonia de venezolanos en Apolo. Como me levanto tarde, porque me
acuesto, obviamente, tarde, no puedo verlos en el curso del día. Una que otra
vez habré visto a contados chicos y chicas, con polos de su país, pero eso no me
significa una colonia, así esta sea de barrio.
Llegué al Núcleo y me puse a ver el
partido de fulbito que se jugaba. Reconocí a un par de patas, que en los
tiempos previos al descuido físico, se mostraban eficientes defensores y
armadores. Ahora la panza no les permitía moverse, el trote, el caminar como
pato, eran los síntomas de la conquista de la chela en sus cuerpos. Me senté en
las gradas. Como no había mucha gente, aproveché en fumar, asegurado de la
inevitable queja/prohibición de fumar en lugares públicos. Llamé a casa diciendo
que iba a demorar un rato más en regresar. Ni bien terminé la llamada, me pasa
la voz Pablo, pata al que no veía en mucho tiempo pese a vivir en mi cuadra, y
que al igual que el par de gordos que peloteaban, llegaba para jugar. Su
partido empezaría en una hora, pero decidí no quedarme, sino hablar con él lo
suficiente para ponerme al día con el barrio.
Al igual que en los años adolescentes,
Pablo sigue manteniendo su talento natural: es una máquina de historias reales,
cada una más llamativa que la otra, y por un momento barajé la idea de regresar
a casa más tarde de lo que pensé, pero mi cuerpo sentió el despertar interno de
la gripe que asumía controlada. La gripe, sea cual sea su grado, tiene el
suficiente poder de tumbarme, de indisponerme para cualquier actividad, aunque
sí exhibo hechos históricos en mi lucha contra la gripe, pero en estos días
nada me motiva para ir contra sus embates. Solo me queda guardarme, abrigarme y
esperar hasta que esta desaparezca de mí.
2 Comentarios:
Buena, vagoneta!
já
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