conocerse
Días atrás hice una donación de libros a
un proyecto de biblioteca. No doné lo que me sobraba, porque libros no me
sobran, pero también sé que muchos de ellos no los volveré a leer. Y un dato
curioso, tenía títulos repetidos. Por cierto, todos los libros donados estaban
en buen estado, no tiene sentido donar lo inservible, como lamentablemente veo
en ciertas almas innobles que donan hasta guías telefónicas pasadas.
Mientras los acomodaba en cajas, uno
refulgió en la fuerza de su revelación. Me pregunté qué hacía allí y me cercioré
si tenía otro ejemplar en los anaqueles de mi biblioteca.
Horas después, releí esa maravilla
llamada La llama doble de Octavio
Paz.
Hubo un tiempo en que la releí muchas
veces este ensayo del mexicano y no sé a razón de qué dejé de frecuentarlo. En
este sentido, su relectura me permitió corroborar una vez más el pensamiento
del mexicano, la fuerza de su vigencia discursiva.
Dice mucho, y sabe cómo decirlo.
De los no pocos senderos relacionados con
el amor, abordados con erudición y sencillez, llamó mi atención cuando aboga
por este en tiempos de peste,
refiriéndose pues al Sida. Para cualquier “mente actual de avanzada”
(entrecomillado adrede), este solo enunciado podría ser considerado anticuado,
desfasado, con mayor razón cuando hemos sido testigos de las miras prejuiciosas
que, al respecto, exhibió Vargas Llosa en La
sociedad del espectáculo. Una muestra de muchas: para Paz el amor es la
solución ante el Sida. El amor como camino opcional a la degradación del goce.
Cuando se refiere a esta degradación, lo hace en función a la falta de
profundidad en la idea de placer, obediente de modas de pensamiento alimentados
por el efectismo y la ignorancia, asumidos por mujeres y hombres aún más
ignorantes que sus emisores. Lo que indica Paz es que las mujeres y los hombres
tendrían que partir de un conocimiento personal de su emotividad y sentimiento,
entonces su puesta en escena, sea cual fuere su práctica, brindaría una
característica básica: nuestra diferencia de los animales.
Considero necesaria la lectura de La llama doble, más en estos tiempos de laxos
discursos signados por la mentira. Un libro que tendría que reeditarse, sin
duda.
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