hova de la narrativa peruana
Tras varios días de visitas espontáneas
a la FIL, puedo decir que esta es un éxito en cuanto a imagen de feria. No solo
da ganas de comprar libros, sino también asistir a las charlas y
presentaciones, a las que hay que llegar temprano, porque si no hallas sitio en
las salas, caballero, tienes que esperar y abrigar la esperanza de que alguien
salga para que puedas entrar. Nunca antes había visto esto en la la FIL, lo
cual es un síntoma positivo. O puedes ir a la FIL simplemente para encontrarte
con los patas, caminar, ponerte al día y terminar el periplo con una chela
artesanal en el área de comidas.
Como bien dijo una amiga, hay que ser
cojudo(a) para quejarse de la presente edición ferial.
En cuanto a lo que importa de una feria
de libro, la variedad bibliográfica ha mejorado ostensiblemente, tal y como
puede verse en Heraldos Negros, Pabellón de México, Planeta, Penguin Random
House, Librería Inestable, Estación de la Cultura, Librería El Virrey de Lima,
Rocinante, FCE y algunos stands más que en estos momentos no puedo recordar. Sugiero tomarse un tiempo y buscar, y
rebuscar, porque solo así se puede encontrar el libro que te está esperando, es
decir, no solo quedarse en las bonitas portadas de las mesas de exhibición. Así
es, hablo de huaquear.
Como ya indiqué, mis visitas han sido
espontáneas, y por ello, no menos turbulentas a cuenta de la gente que
encuentras. Con algunas te alegras y con otras no tienes más opción que dar la
mano y abrirte sin más. Hay de todo y camino por la vía lateral de las versiones locales de Foster Wallace, Bolaño,
Lispector, Faulkner, Arguedas, Max Perkins, Pizarnik y otras maravillas de la
forzada imitación.
Imposible no preguntar por los libros de
ficción peruana más vendidos. Los resultados son de temer.
Me explico: una cosa es la campaña en
redes que emprenden sus autores, rebotadas hasta el exceso y otra la coherencia
de la misma en la respuesta del lector, ajá: su venta. Pienso en una novela
anunciada como la metáfora de la violencia mundial, que ubica a su autor como
la cabeza de su generación. Si cada Like y rebote fuera una venta, estaríamos
ante una remota versión criolla de Stephen King, pero no se puede ser versión
criolla de King si a las justas vas 27 ejemplares vendidos… La bacanería del post está divorciada de la verdad del
lector, que decide en estos asuntos feriales. Hay, pues, que cambiar la
estrategia promocional. Miremos el pésimo ejemplo de Christian Hova, el ilustrador que
mintió a sus seguidores sobredimensionando sus logros mediante
las redes sociales.
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