tdp: "un par de vueltas por la realidad"
Texto leído el sábado 22 de julio en la
ANTIFIL.
…
Buenas noches.
Creo que está demás decirlo: estamos en
una noche histórica para la poesía peruana contemporánea. No solo celebramos la
reedición de un poemario excluyente, también nos congrega la reserva moral de
la tradición de la poesía peruana, porque este poemario, aparte de lo mucho que
ofrece, también nos invita a (re)visitar su tradición inmediata, algo
descuidada por sus nuevas voces.
Esta noche no tendría sentido sin los
factores que contribuyeron a la existencia de esta reedición, como también a su
circunstancia. En primer lugar, Juan Ramírez Ruiz regresa a su casa, porque
este libro que tenemos ahora en manos es tal a cuenta de un escritor y editor
de la Universidad Federico Villarreal, Eduardo Reyme, que ve cumplido el sueño
de editar en su sello Vivirsinenterarse a un poeta que también estudió en dicha
universidad. También prestemos atención al contexto de su presentación: el
fuego y la furia de la Antifil. En este sentido, no nos extrañemos que alguna
vez Juan Ramírez Ruiz, en el fervor vital y político de los años setenta, haya
hecho suya estas instalaciones que ahora nos cobijan. Todo puede pasar y las
especulaciones quedan de lado cuando nos referimos a las consecuencias de vivir en poesía. Yo prefiero creer que
sí, que Ramírez Ruiz también estuvo en estos ambientes de la casona que alberga
a la Antifil.
¿Qué pensamos cuando pensamos en Un par de vueltas por la realidad?
Lo mejor sería no pensar el libro desde
el discurso racional, sino abordarlo desde la verdad emocional del recuerdo de
su primera impresión: en lo personal, lo leí a los 22 años, en ejemplar
prestado por algunos días por el poeta y narrador Miguel Ildefonso. Siempre
había escuchado del poemario, lo había leído, como seguramente muchos de
ustedes, ya sea por fragmentos en revistas o en fotocopias. Si en esos formatos
la poesía de Juan Ramírez Ruiz exhibía un destello verbal capaz de encender
instintos, la experiencia en formato de libro significó toda una revolución, un
sano acto de subversión que partía de la actitud de uno mismo ante la vida.
Ese sentimiento de subversión yacía en
palabras y versos escritos, en aquella lectura inicial, hacía más de treinta
años. La indignada frescura de las palabras de Ramírez Ruiz fue lo que quebró
el concepto de lo que en ese tiempo creía que era la poesía, haciéndola cercana
e íntima en su salvaje cotidianidad. No hablamos de palabras pautadas por el efectismo,
sino de palabras que transmitían una sensibilidad de época por medio de una
furia que no dudaba en quebrar actitudes contemplativas. Es decir: fui
partícipe del verbo que exhibía una nerviosa urgencia. Es precisamente esa
nerviosa urgencia lo que ha impedido, e impide, que pesen los años en las páginas
de este libro que podríamos llamar artefacto de escritura.
En este sentido, la nueva aparición de Un par de vueltas por la realidad no
pudo ocurrir en mejor momento. No solo es un libro necesario para la poesía
peruana última, lo es también para su narrativa, géneros que últimamente vienen
apostando por el vacío del discurso seguro, convertidos en medios terapéuticos,
destilando conservadurismo, dinamitados por los peligrosos senderos de la
aceptación de la palabra. Por ello, para el creador, sea narrador o poeta, este
libro servirá de píldora del deshueve, o llámalo acicate. La experiencia
poética para Ramírez Ruiz no solo quedaba en el ensimismamiento tras el impacto
de su lectura, sino que llamaba a la acción, a la revolución contra el
conformismo y todas las variantes del besamanismo.
Esa es la incomodidad que nos sigue
dejando el presente artefacto de escritura: ¿seremos capaces acaso de seguir al
menos la décima parte de sus postulados?
Obviamente, como todo poeta, Ramírez
Ruiz buscaba ser reconocido como un gran poeta, que a estas alturas solo los
idiotas pondrían en duda. Pero bien sabemos que Ramírez Ruiz no deseaba un
espacio en los discursos de la academia, mucho menos que su poesía se vea
reducida a oscuras utilidades discursivas, lo que buscaba era el cambio de
actitud del eventual lector por medio de la experiencia de su palabra exaltada
y atribulada. Ramírez Ruiz creía en la verdad emocional de la palabra, en su
hechizo capaz de cambiar vidas, o determinadas vidas.
Eso: Ramírez Ruiz buscaba la coherencia
de la experiencia, que el lector no se quede solo en la lectura, sino que haga algo partiendo de ella. Lo dice: “para
no caminar con la cara repleta de angustia por las avenidas del Perú /
llevaremos descuidadamente el cuerpo / seremos totalmente expansivos /
viviremos con el estruendo justo para que un leve rumor / sea el estallido
inevitable y necesario.”
Pero tengamos también en cuenta el
contexto en que apareció este libro. Bien sabemos que Ramírez Ruiz fue uno de
los puntales del Movimiento Hora Zero. Por ello, en lo personal me interesa
poco o nada el distanciamiento que nuestro autor tuvo con sus miembros. La
verdad del chisme no debe imponerse ante una realidad axiomática: la presente
publicación es también un rotundo testimonio de la actualidad de Hora Zero, una
actualidad respaldada y saludada por la presencia de todos nosotros, los
lectores de poesía peruana. Si algo podemos decir de los poemarios publicados
en la primera etapa del movimiento, es que Kenacort
y Valium 10 de Jorge Pimentel, En los
extramuros del mundo de Enrique Verástegui y Un par de vueltas por la realidad, son obras maestras de la poesía
peruana de la segunda mitad del siglo XX. Conozco a no pocos poetas que han
encontrado, y encuentran, su camino en la poesía tras el fogonazo recibido
mediante estos poemarios, que tienen el poder suficiente de afianzar
convicciones. No puedo decir lo mismo de otros poemarios peruanos contemporáneos,
que no pueden transmitir, o propiciar cambios en el lector, más allá de su
eventual calidad.
Tenemos razones para estar contentos. Un par de vueltas por la realidad ya no
será un libro inhallable y estamos más que agradecidos.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal