bartra
Tomas un capuchino y comes despacio una
dona acaramelada mientras ves la caída de Rosa Bartra, la congresista
fujimorista que impulsó lo que solo un fujimorista puede ser capaz: la ley de
modalidades formativas laborales. Es decir, la ley contempla que los estudiantes
de institutos realicen durante tres años prácticas profesionales sin recibir
sueldo.
Así es, solo un fujimorista supera a
otro fujimorista.
Bartra, qué duda cabe, es la clara
muestra de que el fujimorismo sigue siendo la cantera de la que cada cierto tiempo
brota un improvisado. La característica de esta escuela, que en especial se
pone de manifiesto en los proyectos de ley, viene a cuenta de un pasivo
despotismo, de una creencia ventral
de saberse aprobado antes del debate. El exceso de confianza en uno mismo, el llenado de la hoja de vida sin pensar en el otro (esencia moral que supone
debe identificar a todo servidor público elegido). Obviamente, el lector del
blog podrá decir que ese es un ejercicio habitual en nuestros congresistas,
pero lo que hace especial este ejercicio es que cuando es protagonizado por un
fujimorista, su histrionismo tiene a la indignación como compañera de baile. Si
gustas, llámalo conchudez.
En lo personal, no hay mejor regalo de
viernes que la pataleta de un naranja: la explicación/excusa pausada que
deviene en epíteto, cuyo condimento depende de la tendencia política de quien
realiza el señalamiento. En el caso de Bartra, quien también es la presidenta
de la comisión Lava Jato del Congreso, la sinverguenzería no conoce de formas,
menos en estas últimas horas, en las que el sentido común viene ejerciendo
dominio: lo condenable que resulta su también llamada ley de esclavitud.
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