viernes, febrero 09, 2018

casi como la vida

Relacionarnos con los libros que sumaron en nuestra configuración moral y dimensión emocional nos garantizan múltiples percepciones para la vida. De esta experiencia podemos beneficiarnos hasta de sus ramas utilitarias, a saber, mejorar nuestras deficiencias en la comunicación con los demás.
Esta reflexión viene a cuenta de la lectura de Lo más parecido a la vida (Taurus, 2016), ensayo del escritor y crítico literario inglés James Wood. Señas esenciales: es colaborador recurrente de The New Yorker y catedrático en la Universidad de Harvard. Dos libros suyos traducidos al castellano: el más conocido, Los mecanismos de la ficción, texto imprescindible para todo escritor no necesariamente en ciernes, y el que nos cita.
Reza el subtítulo, Lecciones sobre nuestro amor a los libros. Wood no apela a las armas de la teoría, menos a la jerigonza académica, sino que hace uso de la fuente que sustenta su condición de lector: la experiencia vital. Los cuatro capítulos del libro (“¿Por qué?”, “Mirar en serio y caer en la cuenta”, “Usarlo todo” y “La falta de un hogar secular”) vienen pautados por la cualidad del asombro, la manifestación por el primer amor del acto de leer. Wood ha consagrado su existencia a este placer y no lo mancilla imponiendo gustos, ni criterios valorativos. Hasta libros de segundo orden como Novelas y novelistas. Guía del mundo de la ficción, de Martin Seymour-Smith, tienen atención en su órbita. La razón es una sola: Wood está a la caza emocional del poder de la lectura. Además, en más de un tramo nos hace pisar tierra, como en esta sentencia necesaria para estos tiempos de frivolidades mediáticas: “La literatura, como el arte, opone resistencia a la arrogancia del tiempo: nos convierte en insomnes vagando por los pasillos de la costumbre, propone rescatar la vida de las cosas, traerlas de la muerte”. Un maestro.

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Publicado en Caretas

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