casi como la vida
Relacionarnos con los libros que sumaron
en nuestra configuración moral y dimensión emocional nos garantizan múltiples
percepciones para la vida. De esta experiencia podemos beneficiarnos hasta de
sus ramas utilitarias, a saber, mejorar nuestras deficiencias en la
comunicación con los demás.
Esta reflexión viene a cuenta de la
lectura de Lo más parecido a la vida
(Taurus, 2016), ensayo del escritor y crítico literario inglés James Wood.
Señas esenciales: es colaborador recurrente de The New Yorker y catedrático en
la Universidad de Harvard. Dos libros suyos traducidos al castellano: el más
conocido, Los mecanismos de la ficción,
texto imprescindible para todo escritor no necesariamente en ciernes, y el que
nos cita.
Reza el subtítulo, Lecciones sobre nuestro
amor a los libros. Wood no apela a las armas de la teoría, menos a la jerigonza
académica, sino que hace uso de la fuente que sustenta su condición de lector:
la experiencia vital. Los cuatro capítulos del libro (“¿Por qué?”, “Mirar en
serio y caer en la cuenta”, “Usarlo todo” y “La falta de un hogar secular”)
vienen pautados por la cualidad del asombro, la manifestación por el primer
amor del acto de leer. Wood ha consagrado su existencia a este placer y no lo
mancilla imponiendo gustos, ni criterios valorativos. Hasta libros de segundo
orden como Novelas y novelistas. Guía del
mundo de la ficción, de Martin Seymour-Smith, tienen atención en su órbita.
La razón es una sola: Wood está a la caza emocional del poder de la lectura.
Además, en más de un tramo nos hace pisar tierra, como en esta sentencia
necesaria para estos tiempos de frivolidades mediáticas: “La literatura, como
el arte, opone resistencia a la arrogancia del tiempo: nos convierte en
insomnes vagando por los pasillos de la costumbre, propone rescatar la vida de
las cosas, traerlas de la muerte”. Un maestro.
…
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