receta cubana
La
presencia de venezolanas y venezolanos en Perú viene generando una suerte de
tirria minúscula pero bullera, en la que el prejuicio se expone como realidad,
cuando lo cierto es que detrás hay una paulatina campaña de desprestigio hacia
los migrantes llaneros, que corre como un rumor bajo la responsabilidad de inevitables especieros
de buitre.
Hace falta informarse, leer un poco y
cruzar la información recogida para saber que estas prácticas no son nada nuevas
y que provienen desde el estómago canceroso de la publicidad de gobiernos de
izquierda en cuestionamiento. Recordemos la campaña de Fidel Castro con los
cubanos que huían de la isla a la búsqueda de un futuro mejor. No olvidemos la
etiqueta delincuencial sobre los cubanos que llegaron a Lima a inicios de los
ochenta: todo cubano era no menos que ladrón, maleante, asesino, violador,
estafador, es decir, escoria que no tenía espacio en el paraíso revolucionario.
La mayoría de venezolanas y venezolanos
que conozco, y lo digo en base a mi experiencia, son personas que trabajan. Han
tenido que venir a Perú (a este país todavía) porque sencillamente se están
muriendo de hambre. Claro, ello no exime que dentro de esta población
desesperada se cuele uno que otro delincuente, situación imposible de eludir.
Por eso, cuando Nicolás Maduro comunica que Venezuela se está librando de su
lacra social, demuestra que es más fiel a pútridos libretos que a los
principios que pregona la izquierda. Vemos en acción a un gobierno que no duda
en disponer de sucias cartas contra los suyos.
Tampoco sorprende el silencio de
nuestros pensadores locales de izquierda. Ya juegan su rol. Trato de
entenderlos y no pierdo valioso tiempo en el ejercicio, la obviedad se impone:
están ahuevados, no saben qué decir ante lo que ven día y noche en las calles y
los medios de comunicación. No condenan lo condenable.
Hay, y no lo vamos a negar, un problema
de convivencia con el otro que huye,
pero este es mínimo y abordable, no es la ola de odio del peruano contra el
venezolano que algunos payasos digitados desde Caracas nos quieren hacer creer.
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