narradoras
Un acontecimiento a celebrar en la
literatura peruana del presente siglo es la aparición de una nutrida camada de
narradoras. Como en las farmacias, hay de todo: desde las que exhiben una
poética coherente hasta las que no tienen absolutamente nada que decir. Más de
una ha sabido romper mediante la calidad literaria los candados del celador
machista, lo cual es meritorio, porque el sendero para una mujer que escribe y
publica es mucho más jodido que el recorrido por un hombre de letras.
Entre las autoras que vienen
consolidando su proyecto están: Karina Pacheco, Alina Gadea, Grecia Cáceres,
Susanne Noltenius, Claudia Salazar, Yeniva Fernández, Jennifer Thorndike, Irma
del Águila, Julia Wong, Claudia Ulloa y Katya Adaui. De las nuevas voces,
destacan las talentosas Miluska Benavides y María José Caro. Podemos aseverar
que el asunto guía las poéticas de la mayoría, cosa que agradecemos, porque nos
han aliviado un poco del posero aburrimiento que identifica a muchos de sus
pares varones, tan alocados por izar la bandera multicolor de la contactología
editorial.
Ahora bien, no olvidemos a las que
publicaron anteriormente a esta eclosión y que están pasando desapercibidas:
Patricia de Souza, de quien recomiendo su última novela Mujeres que trepan a los árboles, y Teresa Ruiz Rosas, que ya
tendría que ser considerada como la mayor narradora peruana en actividad.
De RR sugiero buscar El copista (Finalista en 1994 del Premio
Herralde de Novela), La mujer cambiada
y Nada que declarar. La excelente
recepción crítica internacional de su obra no ha tenido eco en nuestro pueblito
debido a los sentimientos menores, la mezquindad y otras “maravillas”. Aún
podemos resarcirnos de tremenda dejadez, ya que circula en librerías locales El color de los hechos (2017), excelente
selección de su narrativa breve en la que hallamos inteligencia de argumento y
riqueza simbólica. Quedan avisados.
…
En Caretas.
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