opinión de poeta
Navego un rato por Vallejo &
Company, avisado a razón de un artículo. Más allá de si me gusta o no el inicio
del mismo (impostada bacanería), queda claro que el micro debate de poesía de
estas últimas semanas solo tiene razón de ser en circuitos tan pueblerinos como
el nuestro. Entre varias hierbas del mal gusto en este cruce de "conceptos",
escojo esta: las influencias del poeta
como signo de diferencia y calidad en comparación a las “viejas escuelas”. Lo
concomitante como mérito y medio de contrabando para la argolla grupal, hasta las
huevas.
Creo entender el ánimo del joven poeta
peruano promedio. No hay quien se considere voz en proceso de aprendizaje, todos
se consideran algo, desde el que
tiene talento y es dueño de una honesta comunión con la palabra, hasta aquel
que fragua referencia mediante la imagen de vate. La situación con el poeta es
mucho más complicada que la del narrador. El poeta local siente que es parte de
un imaginario mucho más rico y perenne, observación nada jalada de los
cabellos, porque en la tradición poética peruana hallamos grandes nombres, como
Vallejo, Adán, Eguren, Westphalen e Hinostroza. Hablamos de grandes poetas
canónicos, pero también de imprescindibles nombres en las divisiones menores, entonces
el poeta quiere ser parte de alguna de estas parcelas y en ese afán se la juega
por la presencia alocada y en esa actitud la paciencia opinativa no es vista como
virtud en nuestros buscadores de la
experiencia.
Deben imponerse la calma y la genuina
búsqueda verbal en la obtención de la legitimidad. Dinamitar el ego y evitar la
pose cojuda, de lo contrario, vemos lo que vemos: el inmisericorde apanado
virtual al emisor que se pinta de polémico.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal