de antes
En estos días cualquiera se arroga el
derecho de criticar la situación del país, así es, “cualquiera”, si no veamos a
nuestros congresistas, como Huilca, a la que observo en estos momentos mientras
doy cuenta de una taza de café y de un pan con jamón y queso, repitiendo las
mismas cojudeces que su lideresa Verónika Mendoza: nueva constitución, otro modelo económico y convocatoria a elecciones.
Como si el problema del país fueran la
constitución y el sistema económico. El solo hecho de decirlo no es más que
reflejo de desconexión de la realidad y sujeción a las agendas ideológicas de partido. Para
esta gente, poco o nada importa lo que preocupa a los peruanos, no les interesa
buscar la solución a la desaceleración de la economía, que es el tema central
que tendría que estar en debate.
A diferencia de las bancadas y
representantes de izquierda de antes, la de ahora, aparte de demagógica, exhibe
también incapacidad moral. Lo que veo en Arana, Glave, Huilca y el mounstro
Apaza, no lo veía en J. Diez Canseco; lo que percibo de Mendoza y Goyo, nunca
de Barrantes. La izquierda de entonces, con bemoles y otras salsas, era mucho
más responsable, culta, inteligente y coherente que la de hoy, a la que poco le
falta para pontificar, alucinada en una legitimidad popular inexistente.
La labor histórica de la izquierda
siempre ha sido la fiscalización. En esa postura ha sido eficiente, recibiendo
por tal labor el reconocimiento de la ciudadanía. Así como hay mamíferos de
montaña en la derecha, los hay también en la acera zurda, preocupada en sus
nuevas adicciones: a esta le gusta el poder y, cómo no, también el dinero.
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