24
No hay nada que hacer, pero he regresado a mis épocas en las que era un fagocitador de series. Desde hace muchos años que no seguía con tanta atención las peripecias de un personaje tan sui generis como Jack Bauer. En mi memoria visual guardo buenos recuerdos de Baywatch, Baywatch y Baywatch. Aunque hubo una temporada en la que por complacer a una buena amiga me tuve que soplar todas las peripecias de la madre intelectual de todas las jugadoras: Candy –claro, era un dibujo animado, pero la carga melodramática me hacía verla como una serie, total, ¿lo era, no?-, en fin. Es que de alguna u otra manera tuve una adolescencia con un ritmo de vida muy agitado, ni bien salía del colegio me iba a mis clases de inglés, y al salir de esta me iba a entrenar basket, y este ritmo me siguió a lo largo de casi toda mi etapa escolar, por lo tanto, llegaba a mi casa molido, con ganas de no hacer muchas cosas, y mientras tomaba mi lonche veía las aventuras de los playeros californianos.
Sin embargo, desde hace unas semanas mi hermano menor me comentaba de una serie “alucinante”; tienes que verla, me lo repetía; ¿a qué hora la dan?, le preguntaba; después de media noche; okey.
Es así que una noche me puse en No Admitir en el messenger, prendí la TV, y esperé a que terminara la perorata sobona de Cecilia Valenzuela, apagué las luces de mi cuarto. Más o menos este es el argumento de 24 –ojo, yo la estoy viendo desde la segunda temporada, en USA ya van por la quinta- y la breve semblanza de su protagonista: CTU es un organismo del gobierno norteamericano que trabaja en paralelo a la CIA y el FBI, cuyo fin es salvaguardar los intereses norteamericanos de posibles ataques terroristas, de atentados a la vida del presidente, de ataques bactereológicos, etc. Y bajo el amparo de CTU se mueve la figura de Jack Bauer, un rudo agente comprometido con su país, quien a medida que avanzan los capítulos libra una lucha personal con un descenso emocional en el que llega a perder a su esposa a manos de una ex amante suya y adquiere una soterrada adicción a las drogas.
Cada temporada está dividida en 24 capítulos, cada uno de estos dura una hora en tiempo real. Ello denota un minucioso trabajo en el guión.
Son varios los detalles que me gustan de esta serie, pero quizá lo que me guste más sea ese componente de malicia y traición que se respira en cada uno de los personajes, sean principales como secundarios; cada quien busca su propio beneficio, buscan un pedazo de la torta del poder, de la atención, en otras palabras, no vale creer en nadie. Espero no exagerar si digo que el espíritu de esta muy buena serie descansa en la amoralidad.
Tampoco quiero dejar de acotar que más allá de lo que se vive en 24, he sentido en no pocas ocasiones –salvando la distancias, obviamente- estar viendo cómo se mueve el mundillo literario peruano, tan propenso a flirtear con el aroma que despide su parrillada de ego.
En la foto, Jack Bauer (Kiefer Sutherland)
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