martes, octubre 31, 2006

Arturo Pérez-Reverte



Ocurre que estamos llenos de snobs, de prejuiciosos y de ignorantes acartonados. Digo esto porque al parecer hay una línea en la que no se duda en denostar a las novelas de asunto. Hace unas semanas, hablando con un hipócrita, este me comentó que la editorial Alfaguara publica basura, que publica a autores sin formación alguna en pos de la publicidad; cómo habrá sido de ignorante mi interlocutor que me gustaría compartir lo que me dijo: “Oye, Gabriel, ¿qué puedes esperar de un escritor que no vacila en proclamar admiración por Arturo Pérez-Reverte?, imagínate, poner a Reverte como ídolo. ¿Qué diablos puede enseñar ese hacedor de bestsellers?” Me hubiese gustado insultarlo, pero sencillamente lo miré depositando toda mi lástima en ese engendro que le hace patería a cualquiera que tenga contactos con alguno que otro editor.

Sin embargo, lo que sí me gustaría comentar –y me pregunto por qué no lo hice antes- es sobre lo que Arturo Pérez-Reverte me deja con sus libros, y lo más importante, lo que transmite con su vocación por este oficio duro y placentero como lo es el literario.

En las novelas de Pérez-Reverte, incluyendo la saga del Capitán Alatriste, notamos a un escritor que ha hecho suyo el legado de la tradición de las novelas de aventuras, pero lo que siempre me apasionará de todo autor es el viaje entre líneas que me deja. Y en ese caso, P-R siempre ha contribuido en ensanchar mis horizontes como lector. P-R no es alguien que se somete a los caprichos del talento esperando que este aflore por sí solo, sino que a este lo lima y lo pule con un impresionante trabajo de investigación, con lecturas y notas. Por ello –cito al azar una novela suya- vemos en La carta esférica toda la tradición novelística que ha girado en torno al mar como tópico, es por eso que son patentes las referencias a Homero, los argonautas, Melville, Conrad, O’brien, etc. O sea, un escritor que es capaz no solo de ofrecer una buena historia, sino que también da luces de toda una tradición en la que ha descansado durante el proceso de su escritura, no es cualquiera. Y ni hablar de El Club Dumas – otra novela suya al azar-, que como es obvio, es un tributo al autor de El Conde de Montecristo, y en el que yace también la tradición de las novelas del policial enigma, en las que teje puentes entre Conan Doyle y Ágata Christie. Ni qué decir de la saga del ya mencionado Alatriste y el canto de agradecido lector que ofrece del Siglo de Oro español.

Y lo importante en P-R es que siempre declara que él le debe todo a los libros que ha leído, ergo, el talento sin lecturas que lo respalden no es absolutamente nada, toda una cachetada para aquellos que denostan con una gran facilidad la formación que traen las lecturas, que no dudan en alucinarse los elegidos en un medio como el peruano, ni más ni menos, en los que cada día es más claro e irrefutable que existe una evidente falta de formación en no pocos de sus narradores y poetas –estos últimos sí necesitan coger de una vez por todas un libro, no todos, gracias a Dios-.

En lo personal, no conozco a ningún gran escritor de respeto que solo se haya conformado con el talento que tiene para escribir, prácticamente no existe, y si existiera ese escritor referencial, pues que no se dude en pasarme la voz y así abandonar para siempre la literatura. Cosa que lo veo muy difícil (imposible).

En la foto, mi maestro Arturo Pérez-Reverte

1 Comentarios:

Blogger Ahmed dijo...

Suscribo ese comentario tuyo. Comparto tu opinión acerca de Pérez Reverte y sobre el quehacer literario que se nutre de las lecturas. Recuerdo el comentario de un "escritor" bastante suspicaz acerca de la idea de que uno no necesita leer mucho para ser uno de los buenos. No se si existen estos escritores pero acaso en ese comentario solo se puede extraer algo, y viniendo de quien viene más aún, "el facilismo".

10:29 a.m.  

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