miércoles, diciembre 26, 2007

Un artículo de Héctor Ñaupari

Hace unos días recibí un mail (Profile) del poeta y abogado Héctor Ñaupari. En este, Ñaupari me preguntó si creía conveniente publicar un artículo que acababa de escribir.

Lo pensé bien.

Y lo volví a pensar bien el día de ayer en la noche mientras veía por trigésima vez “Duro de matar 2”.

Como los muchos o pocos lectores de LFDLS saben, este blog no es un espacio consagrado al “Copia y Pega”. Con mi blog escribo de lo que me gusta y si alguna vez subí un texto ajeno, lo hice comentándolo.

El artículo de Ñaupari se titula Escritores Caníbales, el cual da cuenta de lo viene ocurriendo a raíz de una reseña de Marco García Falcón del libro de cuentos “El inventario de las naves” de Alexis Iparraguirre.

A continuación el artículo y al final mi breve comentario.

………

ESCRITORES CANÍBALES

Héctor Ñaupari


Los escritores no aprendemos. Los críticos, todavía menos. Parece ser ya definitivo que sólo la envidia, el rencor, el ansia de cobrar venganza o el apetito insaciable por destruir prestigios pacientemente logrados, cuando no el perverso silencio para matar a los más talentosos, es lo único que nos impulsa y moviliza.

Como si no fuera ya un grave problema que los peruanos sean en su mayoría iletrados o analfabetos funcionales; que el empresariado y el Estado vean a la cultura como un estorbo; o que ningún líder político, de todo el espectro, haga suya la bandera de hacer leer a nuestro país para cultivarlo, dotarlo de conciencia crítica y de ciudadanía, escritores y críticos estamos destruyéndonos mientras seis generaciones de peruanos analfabetos –bisabuelos a bisnietos por cuyas manos nunca ha pasado ni pasará un libro– golpean incesantemente a nuestras puertas.

El mejor y más reciente ejemplo de este canibalismo suicida es el rifirrafe que se ha suscitado en diversos blogs luego de la espléndida nota que el escritor Marco García Falcón hizo del premiado libro El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre. Desde exigentes llamados a la moral, la ética y el compromiso, hasta acusaciones infundadas e ímprobas, siendo las más exaltadas y altisonantes aquellas amparadas por el cobarde anonimato –lo que debería descartarlas de plano– todo ese triste embrollo guarda un siniestro parecido –salvando las distancias– con los últimos estertores de la larga agonía de Bizancio, donde sus obispos, sus filósofos, sus dignatarios, se entregaban apasionadamente a discusiones sobre el sexo de los ángeles, sin prestar atención al sitio e inminente asalto del Sultán Mehmed II y los soldados otomanos que les cercaban.

La más constante de esas bizantinas preguntas se refiere a si ¿puede un critico discutir la obra de su amigo o no?; que también ha sido reformulada inquiriendo si ¿se puede pedir una crítica al amigo de un autor? Nadie se ha percatado de la futilidad de tal interrogante. Desde el principio de los tiempos, toda explicación, interpretación o crítica hacia una obra, de cualquier especie, ha estado unida a la cercanía o distancia amical –e incluso familiar– entre escritor y crítico, o entre dos escritores. ¿Qué son los Evangelios, sino ampliaciones o interpretaciones de los seguidores de Cristo? ¿Qué son los Diálogos socráticos,

sino dilucidaciones sobre el pensamiento de uno de los más importantes filósofos de todos los tiempos por su más genial discípulo? Esto, sólo por dar cuenta de las dos corrientes de ideas que más han influido en la historia de la humanidad.

Los ejemplos acerca de la vinculación entre escritor y crítico, entre el autor y quien lo cuestiona o interpreta, podrían atestar varias catedrales. Sólo en la economía –un botón de muestra proveniente de mis más recientes lecturas– fueron las notas y comentarios a la obra de Francis Hutcheson por parte de Adam Smith las que dieron origen a su Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones; lo mismo que ocurrió con Carlos Marx y su crítico más feroz, Eugen von Böhm Bawerk, como también su más dilecto amigo, Friedrich Engels. La amistad no impidió que, pese a sus grandes diferencias ideológicas, John Maynard Keynes y Friedrich Hayek sostuvieran durante varios años comentarios, ora justos y ponderados, o intensos y cuestionadores, de sus respectivas obras.

Para personas informadas y con lecturas, como deben ser –supongo– los propiciadores y participantes de estos infundios y muertes civiles contra estos dos excelentes y talentosos escritores, como son Marco García Falcón y Alexis Iparraguirre, un hecho tan evidente como éste –el de formular una pregunta tan intonsa como inútil– no puede pasar desapercibido.

Por tanto sus motivos son otros: injuriar, ofender, estorbar hasta el agotamiento. De un lado, la consigna es acabar con el prestigio de un escritor que había estado al margen de estos cretinismos, sumergirlo en la ciénaga de la acusación anónima, de las palabras que envuelven malas intenciones. Por otro, silenciar todavía más a quien, habiendo ganado un importante premio, tenía –por fin– una oportunidad para mostrar su obra, entre otras cosas a través de una crítica sincera y bienintencionada. Para los escritores y críticos caníbales, eso es inadmisible. Y lo es por una sencilla razón: los muestra como son, con sus pequeñeces y mediocridades. Afortunadamente, pese a la ceguera de sus inútiles oponentes, el talento siempre trasciende estas mezquindades. Tan sólo espero que cambiemos de camino, y que nos avoquemos, escritores y críticos, a un fin más trascendente: hacer leer a nuestros compatriotas, contribuyendo a convertirnos en una colectividad más informada, más culta y más consciente. Ésa es una tarea en la que todavía estamos a tiempo.



Santiago de Surco, 23 de diciembre de 2007



………

Breve comentario:

Seguramente, para muchos, el artículo de Ñaupari está claro. Pero para este blogger, de hecho que no.

De todo el artículo me quedo con las 43 primeras palabras del tercer párrafo.

“El mejor y más reciente ejemplo de este canibalismo suicida es el rifirrafe que se ha suscitado en diversos blogs luego de la espléndida nota que el escritor Marco García Falcón hizo del premiado libro El inventario de las naves de Alexis Iparraguirre”.

Considero que Ñaupari debe ser más específico, porque si se pretende defender a García Falcón, debe sindicar al responsable que dio la patadita del play honor del pútrido juego de intrigas y desviaciones de sentido porque “el rifirrafe que se ha suscitado en diversos blogs” no nació de la nada.

Más bien, el primero en dar cuenta de la evidente e intencionada lectura torcida de la reseña en cuestión, poniendo las cosas en su lugar –señalando al intrigante y con argumentos-, fue Daniel Salas con El gran insidioso en el blog Gran Combo Club.

Por otro lado, para mí, la reseña de García Falcón exhibe el aura de haber sido escrita bajo el amparo del entusiasmo que despierta un buen libro, al cual trata de ubicarlo en determinada tradición literaria para resaltar sus influencias. En claro testimonio de que la mejor relación que puede tenerse con los libros es precisamente con los que nos estimulan, nos cuestionan, nos encandilan, etc. Por eso, estoy seguro que García Falcón no escribió esa reseña por el hecho de que el autor reseñado es su amigo, sino porque el libro lo vale.

Si alguna polémica genera la reseña, pues ésta debe darse en el intercambio de ideas y con respeto. Ninguna polémica es mala, cuando se saben llevar más de uno sale enriquecido.
PD: Marco García Falcón aclara con inteligencia y elegancia este asunto. Lean aquí.
Ahora sí, por mi lado, punto final.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Te corrijo, no siempre que haces "copy - paste" agregas un comentario, como el caso en que copiaste sin comentar la reseña de Aguirre de las tres antologías de cuentos aparecidas este año. Se entiende que no ibas a comentar una vez más tu antología, pero si pudiste decir algo de las otras dos.

2:26 p.m.  

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