DEEP IN A DREAM
En DEEP IN A DREAM. LA LARGA NOCHE DE CHET BAKER (Debolsillo 21, 2006) de James Gavin, tenemos la biografía más completa y a la vez desmitificadora del genial trompetista norteamericano Chet Baker.
A diferencia de otras biografías, esta no es un mero recuento de las “noches” del trompetista marcadas por el ritmo sensorial causado por el desmesurado consumo de marihuana y cocaína, aromatizado con impostergable sexo al paso, sino que ahonda en la búsqueda del “por qué” del voluntario descenso de Baker, el cual terminó en su trágica muerte en Amsterdan en 1988.
En esa indagación del “por qué” es donde radica la fuerza del libro, Gavin sabe que el mejor homenaje que le puede rendir al artista, que con su música le salvó la vida, no es otro que el de la destrucción de todas esas leyendas que hasta hoy en día colocan en segundo plano su legado musical. A lo largo de más de quinientas páginas, se desploma de a pocos, y con buen estilo novelístico, todas las mentiras y exageraciones que tanto encantaban al trompetista, como cuando declaraba, cada vez que podía, que su descubridor fue Charlie Parker, lo cual no es poca cosa puesto que innumerables artículos aún siguen dando cuenta de ello como si fuera cierto, lo que lleva al biógrafo a bajarse esa leyenda de la siguiente manera:
Charlie Parker estaba rodeado de mitos y, después de su muerte, Baker utilizó la leyenda de Bird para mitificarse a sí mismo. En los años sesenta, Baker empezó a contar una historia apócrifa sobre cómo había sido “descubierto” por Parker, un relato que fue puliendo durante el resto de su vida…Baker contaba esto con tanta sinceridad que los entrevistados se tragaban hasta la última palabra de una historia que Bob Whitcock calificó de “mentira cochina”. Años después, Don Trenner, el pianista de aquella convocatoria en el club Tiffany, se quedó asombrado al oír la versión de Baker de cómo fue contratado. “Nada de eso parece tener la menor relación con la verdad”, dijo Trenner.
Estos “destapes” documentados son la única opción del biógrafo a la hora de resaltar su intención: que prestemos atención a lo que debe importar: la música de Baker. Su música, en cuanto a tal, y a riesgo de parecer una contradicción, también se nutría de la experiencia de vida, pero a aquella relacionada a las aflicciones interiores que provenían de su niñez, de la figura paterna específicamente; y de sus decepciones amorosas, que en algunos casos corporizaban la frustración al no poder soportar la soledad producto del engaño. En este sentido llega a ser capital lo que vivió en una tarde de verano de 1947, en su primera estadía europea, cuando sale a navegar por el lago Wannsee, abandonando a sus amigos de orquesta que se iban a buscar putas en el Berlín ocupado por Francia, y encontrándose a la deriva, el cielo se oscurece, se oyen truenos, regresa a la orilla y ve a la “mujer de sus sueños” que caminaba por la orilla con la falda levantada mostrando las turgentes pantorrillas bañadas con dulces gotitas plateadas. Como buen seductor, Baker le preguntó si quería dar una vuelta en la barca, en plena tormenta, y la chica, una alemana de veintidós años llamada Gisella, le dice que sí. Navegaron hasta llegar a una cabaña abandonada, en donde no se cansaron de hacer el amor. Baker se enamoró perdidamente de ella y en los siguientes días empezaron a verse con mucha frecuencia. Sin embargo, ella lo estaba utilizando de la manera más vulgar porque lo que quería de él era que se la lleve a Estados Unidos, siempre y cuando cumpla el requisito indispensable: que tenga dinero. Como es de esperarse, ella lo abandona por otro músico de la orquesta, quien no tenía su atractivo ni mucho menos su talento, pero sí dinero. Pese a la decepción, el trompetista tuvo por años la esperanza de verla en algún bar de mala muerte de Oklahoma en donde tocaban los músicos de cool jazz. Ergo, tocaba exclusivamente para que ella sepa de su existencia.
La decepción vivida con Gisella grafica muy bien la música del trompetista. Baker era un cero a la izquierda en cuanto a teoría musical, su formación se limitaba al conocimiento básico de las notas musicales, pero eso sí, tenía un gran oído. Lo que lo hacía genial era el derroche de pasión, nervio y soltura con la trompeta, como si estuviera en la última tocada de su vida, como si nadie más que él importara. En Baker era imposible no percibir el hechizo (a)tonal que no solo lo llevó a ser considerado un gran trompetista, sino que en su papel de cantante la hizo linda rescatando del olvido temas como “My Funny Valentine”.
Como es de esperarse, Gavin le dedica suculentas páginas a las innumerables versiones que existen sobre la muerte de Baker. ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Trata de blancas? ¿Resbalón? … Empero, el autor se deja llevar por los testimonios, al punto que algunos bien podrían llevar el rótulo del chisme de cantina, no filtra la información como sí lo hace con los que estuvieron cerca de Baker en sus inicios y consolidación, a lo mejor por el peso del tema, que muy fácil puede llegar a servir como punto de partida de novelas policiales. Aún así, el autor supera ese escollo, producto de su obnubilación, llevándolo al buen puerto del desenlace abierto, que de paso mata algunas arbitrariedades que alegremente venían colándose por años.
DEEP IN A DREAM tiene la cualidad de no ser solo una extraordinaria biografía de Baker, esta se dispara en lecturas paralelas, ya que también puede leerse como el gran fresco de los “años maravillosos” del Jazz, que tuvo como protagonistas a amantes de la nota azul como Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Gerry Mulligan, Miles Davis, etc.
Un libro adictivo.
Imagen, Chet Baker
A diferencia de otras biografías, esta no es un mero recuento de las “noches” del trompetista marcadas por el ritmo sensorial causado por el desmesurado consumo de marihuana y cocaína, aromatizado con impostergable sexo al paso, sino que ahonda en la búsqueda del “por qué” del voluntario descenso de Baker, el cual terminó en su trágica muerte en Amsterdan en 1988.
En esa indagación del “por qué” es donde radica la fuerza del libro, Gavin sabe que el mejor homenaje que le puede rendir al artista, que con su música le salvó la vida, no es otro que el de la destrucción de todas esas leyendas que hasta hoy en día colocan en segundo plano su legado musical. A lo largo de más de quinientas páginas, se desploma de a pocos, y con buen estilo novelístico, todas las mentiras y exageraciones que tanto encantaban al trompetista, como cuando declaraba, cada vez que podía, que su descubridor fue Charlie Parker, lo cual no es poca cosa puesto que innumerables artículos aún siguen dando cuenta de ello como si fuera cierto, lo que lleva al biógrafo a bajarse esa leyenda de la siguiente manera:
Charlie Parker estaba rodeado de mitos y, después de su muerte, Baker utilizó la leyenda de Bird para mitificarse a sí mismo. En los años sesenta, Baker empezó a contar una historia apócrifa sobre cómo había sido “descubierto” por Parker, un relato que fue puliendo durante el resto de su vida…Baker contaba esto con tanta sinceridad que los entrevistados se tragaban hasta la última palabra de una historia que Bob Whitcock calificó de “mentira cochina”. Años después, Don Trenner, el pianista de aquella convocatoria en el club Tiffany, se quedó asombrado al oír la versión de Baker de cómo fue contratado. “Nada de eso parece tener la menor relación con la verdad”, dijo Trenner.
Estos “destapes” documentados son la única opción del biógrafo a la hora de resaltar su intención: que prestemos atención a lo que debe importar: la música de Baker. Su música, en cuanto a tal, y a riesgo de parecer una contradicción, también se nutría de la experiencia de vida, pero a aquella relacionada a las aflicciones interiores que provenían de su niñez, de la figura paterna específicamente; y de sus decepciones amorosas, que en algunos casos corporizaban la frustración al no poder soportar la soledad producto del engaño. En este sentido llega a ser capital lo que vivió en una tarde de verano de 1947, en su primera estadía europea, cuando sale a navegar por el lago Wannsee, abandonando a sus amigos de orquesta que se iban a buscar putas en el Berlín ocupado por Francia, y encontrándose a la deriva, el cielo se oscurece, se oyen truenos, regresa a la orilla y ve a la “mujer de sus sueños” que caminaba por la orilla con la falda levantada mostrando las turgentes pantorrillas bañadas con dulces gotitas plateadas. Como buen seductor, Baker le preguntó si quería dar una vuelta en la barca, en plena tormenta, y la chica, una alemana de veintidós años llamada Gisella, le dice que sí. Navegaron hasta llegar a una cabaña abandonada, en donde no se cansaron de hacer el amor. Baker se enamoró perdidamente de ella y en los siguientes días empezaron a verse con mucha frecuencia. Sin embargo, ella lo estaba utilizando de la manera más vulgar porque lo que quería de él era que se la lleve a Estados Unidos, siempre y cuando cumpla el requisito indispensable: que tenga dinero. Como es de esperarse, ella lo abandona por otro músico de la orquesta, quien no tenía su atractivo ni mucho menos su talento, pero sí dinero. Pese a la decepción, el trompetista tuvo por años la esperanza de verla en algún bar de mala muerte de Oklahoma en donde tocaban los músicos de cool jazz. Ergo, tocaba exclusivamente para que ella sepa de su existencia.
La decepción vivida con Gisella grafica muy bien la música del trompetista. Baker era un cero a la izquierda en cuanto a teoría musical, su formación se limitaba al conocimiento básico de las notas musicales, pero eso sí, tenía un gran oído. Lo que lo hacía genial era el derroche de pasión, nervio y soltura con la trompeta, como si estuviera en la última tocada de su vida, como si nadie más que él importara. En Baker era imposible no percibir el hechizo (a)tonal que no solo lo llevó a ser considerado un gran trompetista, sino que en su papel de cantante la hizo linda rescatando del olvido temas como “My Funny Valentine”.
Como es de esperarse, Gavin le dedica suculentas páginas a las innumerables versiones que existen sobre la muerte de Baker. ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Trata de blancas? ¿Resbalón? … Empero, el autor se deja llevar por los testimonios, al punto que algunos bien podrían llevar el rótulo del chisme de cantina, no filtra la información como sí lo hace con los que estuvieron cerca de Baker en sus inicios y consolidación, a lo mejor por el peso del tema, que muy fácil puede llegar a servir como punto de partida de novelas policiales. Aún así, el autor supera ese escollo, producto de su obnubilación, llevándolo al buen puerto del desenlace abierto, que de paso mata algunas arbitrariedades que alegremente venían colándose por años.
DEEP IN A DREAM tiene la cualidad de no ser solo una extraordinaria biografía de Baker, esta se dispara en lecturas paralelas, ya que también puede leerse como el gran fresco de los “años maravillosos” del Jazz, que tuvo como protagonistas a amantes de la nota azul como Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Gerry Mulligan, Miles Davis, etc.
Un libro adictivo.
Imagen, Chet Baker
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