Un partido despintado
Una de las cosas que escuchaba, a mediados del 2006, de algunos apristas recalcitrantes, tan carentes de autocrítica, era la cantaleta de que el segundo gobierno de Alan García no iba a cometer los horrores de su primera gestión, y que para ello, la nueva gente del partido iba estar alerta ante cualquier clase de contubernio y arreglo bajo la mesa, aspectos que siempre han pintado el modus operandi del partido de la estrella.
En estos años al mando del país, García estuvo viviendo de los réditos del gobierno anterior, al que tanto atacó; y cuando se le presentó la oportunidad de poner orden a las andanzas y mejunjes de sus correligionarios, terminó por despintar su falsedad de dizque estadista, cambiando su discurso profiláctico ni bien salieron a la luz los petroaudios, en pos de una supuesta estabilidad política que no tiene otro objetivo que blanquear los mamarrachos de los hijos políticos del APRA, que muy tranquilamente podían salpicarle.
No debe sorprender los negociados bajo la mesa. Intereses económicos y políticos en asquerosa fusión, de la que se valió el APRA para acallar a quienes investigaron los conocidos destapes.
Seguro que no faltarán los oligofrénicos que digan que una cosa no tiene que ver con otra, que las empresas privadas están en su derecho de hacer los cambios que crean convenientes, que en estos “cambios” no hubo ninguna ingerencia política. Sin embargo, si hay algo de lo que, a estas alturas, no debemos tener dudas (por las puras no hemos vivido una dictadura signada por la criollada condimentada con conchudez) es que en política no existen casualidades, y con mayor razón cuando de tapar cochinadas se trata.
Imagen, APRA
En estos años al mando del país, García estuvo viviendo de los réditos del gobierno anterior, al que tanto atacó; y cuando se le presentó la oportunidad de poner orden a las andanzas y mejunjes de sus correligionarios, terminó por despintar su falsedad de dizque estadista, cambiando su discurso profiláctico ni bien salieron a la luz los petroaudios, en pos de una supuesta estabilidad política que no tiene otro objetivo que blanquear los mamarrachos de los hijos políticos del APRA, que muy tranquilamente podían salpicarle.
No debe sorprender los negociados bajo la mesa. Intereses económicos y políticos en asquerosa fusión, de la que se valió el APRA para acallar a quienes investigaron los conocidos destapes.
Seguro que no faltarán los oligofrénicos que digan que una cosa no tiene que ver con otra, que las empresas privadas están en su derecho de hacer los cambios que crean convenientes, que en estos “cambios” no hubo ninguna ingerencia política. Sin embargo, si hay algo de lo que, a estas alturas, no debemos tener dudas (por las puras no hemos vivido una dictadura signada por la criollada condimentada con conchudez) es que en política no existen casualidades, y con mayor razón cuando de tapar cochinadas se trata.
Imagen, APRA
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