miércoles, noviembre 14, 2012

Novelita pichanga




Los grandes escritores siguen siendo grandes hasta en sus títulos menores. En los últimos años Denis Johnson se ha convertido en uno de mis escritores favoritos. Hijo de Jesús, Ángeles derrotados y Árbol de humo. Los releo, como quien empieza una tarea, cojo mi cuaderno Loro y anoto. No solo quedas hecho mierda con Johnson, también aprendes. Johnson enseña a mirar, a mirar de verdad.

Que nadie se mueva (Mondadori, Colección Roja y Negra, 2012) no es su mejor novela. Tranquilamente la podríamos calificar de menor; sin embargo, bajo otra firma estaríamos hablando de una obra cumbre, de una que rescata lo mejor de la tradición del policial negro, sucio, de la calle, de ese género que en la protohistoria era denostado por los celadores de la literatura y que hoy en día podemos percibir en absolutamente todo lo que se escribe, su maleabilidad resulta pues demasiado atractiva para más de un compulsivo de las distancias largas.

Esta novelita fue publicada por entregas en Playbloy, entonces, notamos también un tributo silente al siglo de la novela, el XIX, siglo de folletín, dicho sea, y no sé a cuento de qué, tan poco frecuentado hoy en día por los nuevos y no tan nuevos chupatintas. Es decir, Johnson sintió el vértigo, y lo transmite, de lo que es escribir bajo la presión del cierre, que patentiza en un vértigo calmado e intenso. ¿Cómo la hace?, se preguntará algún curioso… Aquí hay balas, sangre, sexo, golpe y tortura; y lo que podría parecer una suerte de administración de recursos efectistas, tan de la tradición de la literatura pulp, no traiciona la configuración moral de los personajes, como Jimmy Luntz, extraña mutación de hombre ingenuo pero de hálito lúdico cuando de dinero se trata, que exhibe la extraña cualidad de hacerse el tercio con sus acreedores, capo en prodigar una pensada táctica de lástima; Gambol, el matón de turno, el sujeto designado a cobrar la deuda, cuya experiencia no le sirve de mucho puesto que es herido de bala ni más ni menos que por Luntz, o sea, queda como un huevas, hecho (roche) que refuerza aún más su objetivo de perseguirlo a como de lugar, no solo para cobrar el dinero, sino también para matarlo a balazos. Esta persecución salvaje nos  lleva a recorrer carreteras, hotelitos de mala muerte, bares y uno que otro puticlub. Y no tenía que faltar, la mujer fatal, Anita Desilvera, la que involuntariamente despierta más de una manifestación hormonal en los que se cruzan con ella, que aparte de bella, Johnson la dota de una inteligencia espontánea, una actitud respondona y de un envidiable carácter. Con este trío, nos enfrentamos ante un discurso narrativo en constante fricción, en donde no hay lugar para los acuerdos u hostilidades pensadas. No hay espacio para la táctica. O eres o te matan. Claro, no es para menos, hay dos millones de verdes en juego.

Digamos que Nadie se mueva es una novelita pichanga. Parece, ojo: parece, fácil. Pero no. Esta es una de las cualidades de los maestros: proyectar facilidad de lo difícil. Por ello, hijo, si eres narrador y quieres aprender a narrar, de verdad, pues coge esta novela de Johnson de una buena vez.

4 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Estupendo post Gabriel
¡No te mueras nunca!

Antonio Paredes

11:43 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

La portada nomás ya me pone caliente. No está nada mal la reseña, incluso dan ganar de ojear la novela. Quizá puedas exponer más adelante algo respecto a los integrantes contemporáneos que conforman, según tu juicio de antologador, el canon de autores imprescindibles de la novela negra.

Por lo que dices de los escritores que no leen, no me sorprende que prefieran emborracharse en un bar y gastarse más dinero de lo que son capaces de desembolsar por un libro. Poca gente en realidad pierde la vida por seguir leyendo. Alguna vez se inventará un síndrome para la gente que lee conpulsivamente y, entonces Gabriel, serás uno de los atrapados en feas camisas de fuerza. Jo.

12:58 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Lo leere en cuanto pueda

5:55 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Disculpa por hacer un comentario fuera del tema pero me es urgente si algún buen lector me sacara de esta de asombro en el que me encuentro debido a que acabo de toparme con un texto de un crítico que me ha dejado preocupado. No sé si es mi problema o es que las críticas que se desarrollan las considero tan absurdas, irrelevantes y estúpidas que irónicamente te dejan pensado. Aquí una de tantas perlas:
“MV no llegó a consumar el “deicidio” o, mejor, el “garcíamarquicidio”, porque los “hurtos” flagrantes e inocultables hechos a dicho autor no llegan a obviar su paternidad. Pruebas al canto. En Cien años de Soledad hay un diálogo en el que un personaje inquiere a otro de la siguiente manera:
-Usted, por supuesto, trae algún papel escrito.
-Por supuesto -contestó el emisario-, no lo traigo.”
Ahí se puede apreciar cómo ha sido asimilado a la novela el recurso que en versificación se conoce con el nombre de encabalgamiento. Ese “por supuesto” de la respuesta (que equivale al suspenso de un final de verso cuya idea se sobreentiende continúa en el otro y que el lector sospecha cuál será) sugiere una afirmación, lo que será desmentido inmediatamente, pero mediando un suspenso (equivalente a la ruptura del verso) con la acotación del narrador: “-contestó el emisario-”, creándose así un clima de sorpresa y desconcierto cuando se descubre que la respuesta no era la afirmación esperada, sino todo lo contrario.
En La Guerra... se usa el mismo artificio, pero con efecto retardado -por decir lo menos:
“-¿Le ha dicho también que les llevará armas?”
-Desde luego que no (...)” (p. 81.)

8:35 p.m.  

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