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Después de un día desconectado…
Me entero de algunas cosas, algunas no
tan felices, otras sí.
Pero de las noticias no tan felices, se
impone una que habrá hecho rabiar a más de un amigo/conocido
escritor/intelectual de izquierda.
Trato de ingresar en la mente de Susana
Villarán mientras coloco en la licuadora trozos de plátano y vierto leche.
También alisto la sartén para la salchicha de huacho con huevo. A mi costado,
mi perrito me mueve la cola.
El aroma de la salchicha se apodera de
la cocina.
Prendo un cigarro y me pregunto si es
factible conectarme al Face para ver las reacciones de los escritores e
intelectuales de izquierda que apoyaron a la señora Villarán, de la que decían era
la marca de decencia que necesitaba nuestro emputecido sistema político.
Una pena, una pena por mis amigos que
creyeron en esta mujer.
Paso café y me preparo una taza bien
cargada.
En más de una ocasión he escrito en este
blog lo que pienso de la señora Villarán.
No me sorprende que una falsa defensora
de los derechos humanos integre la plancha presidencial de un presunto violador
de los derechos que Villarán dice defender, al punto que ha hecho una carrera
política en base a ese discurso.
Lo de Villarán es una muestra de la
crisis de la izquierda peruana, una crisis que ojalá fuera política o de
gestión, pero no, se trata de una crisis moral nutrida por un afán de
figuración en pos de poder, poder al que se quiere llegar sin importar los
principios en los que descansa tanta palabra supuestamente comprometida.
¿Coherencia? Nunca he visto coherencia
en la izquierda peruana. ¿Habrá alguna voz de izquierda con la suficiente
autoridad moral que nos ayude a revertir esta situación? Por el momento,
ninguna.
Hay que comenzar en las nuevas
generaciones, en esas almas aún no emputecidas, que piensan que el mundo aún puede
ser mejor, aunque sea digno.
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