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Me despierto y me pongo a leer. Por la
ventana siento un tenue rayo de sol que ilumina mi frente. Sigo leyendo.
También me fijo en los diarios de ayer domingo.
Al rato, me pongo de pie y voy a la
cocina por un vaso con agua. También me sirvo café, de sobre nomás, pasarlo
requiere del tiempo que no tengo, ni tendré, en lo que resta de la semana. El
café cargado despierta mis sentidos, los que quedan y me piden que regrese al
sobre, a ese calor de las sábanas que en invierno se convierte en más que una
tentación, una inminente realidad.
Sorbo el café y reviso mis cuentas en el
celular. Todo ok, en su normalidad, en su sano curso, para ser un lunes.
De vuelta en mi cuarto prendo la Laptop,
también el televisor, porque se transmitiría un partido amistoso entre los Manchesters,
pero no pasa nada y no me interesa saber por qué no se transmitirá el partido.
Entonces, una fugaz disyuntiva: ¿apago el televisor o sintonizo Canal N?
Opto por la segunda opción.
Sintonizo Canal N.
Y el espectáculo es deprimente. Pero no
me sorprende, no me sorprende para nada.
Los congresistas de la reserva moral
peruana, es decir, los congresistas del Frente Amplio, se están sacando la
mierda por las oficinas administrativas que usarán en los próximos años. ¿El “padre”
Arana? Ese tipo, hablando como bueno, olvidándose que entró al congreso valiéndose
de artimañas, aplicando como nadie la criollada de la derecha. A su costado, la
guapa Marisa, tensando el rostro, intentando proyectar tranquilidad entre tanto
griterío. No es tonta, ya llegaron las cámaras de televisión e invoca a la
calma.
Hace no mucho un pata me comentó que
pensaba postular al congreso. Lo escuché. Sus razones eran nobles: quería
postular por el sueldazo y los suculentos beneficios. Al menos fue honesto en
sus intenciones, siendo el único, entre varias puntas que me venían con la
falsa actitud de servir a los peruanos, que se mostró tal cual.
Recuerdo que le dije que el proceso de
postulación era largo y tortuoso, por ende, desgastante. No solo se requería de
dinero, también de poner en bandeja toda una red de relaciones, es decir, la
aplicación de un poder que te asegurara quedar entre los primeros cinco de la
lista congresal del partido político al que te afilies. Eso es lo más jodido.
Quedas entre los cinco y tienes pie y medio en el congreso. Aunque conozco casos
de aspirantes al congreso que estando entre los cinco primeros de la lista no
lograban su objetivo. Bueno, había que ser bestia, o quizá tan mala persona para
que ni tu familia vote por ti. Es jodidazo postular al congreso, mucho más que
postular a la presidencia. Entonces le hablé de las verdaderas diferencias
entre postular al congreso y a la presidencia. Tentar la presidencia es más
viable que ir al congreso. Le resalté lo que debería hacer.
El rostro de mi pata se iluminó. Y no lo
dudó: postularía a la presidencia en el 2021.
Cuando nos despedimos, me dijo que de
llegar a la presidencia me daría una cartera ministerial. “Escoge, Gabriel”, me
dijo.
Bueno, no me vine con falsas modestias.
El izquierdista que llevo dentro me alentó a lo siguiente: no aceptar ningún
cargo ministerial (aunque sé que lo haría muy bien en Cultura, llevando a cabo
una política revolucionaría sobre la promoción de la lectura, nada que ver y a
años luz con el trabajo para las cámaras que se hizo con la inútil de Álvarez
Calderón) por la sencilla razón de que sería un lastre administrativo para el estado,
para empezar, mis sesiones comenzarían a las cuatro de la tarde hasta la
medianoche, de corrido.
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