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Me despierto y me pongo a leer un par de
horas, un título de Iain Sinclair y otro de Hitchens. El de Hitchens lo venía
buscando desde hace buen tiempo, con mayor razón siendo uno de sus títulos más
conocidos. Ahora que lo pienso, y no sé si a cuenta de la claridad sensorial
producto del buen sueño, me puse a pensar en las no pocas puntas, muchas
menores de 30, casi todas aspirantes a escritores, cuando me preguntaban por la
actitud creativa. Entendía a lo que se referían y algo en mí me animaba a desanimarlos,
convenciéndolos que la literatura no solo es publicar, hacer el payaso y
sonreírle a medio mundo.
La mayoría de escritores Sub 30 que conozco
exhiben una rebeldía, seguramente a manera de marca de agua en alto relieve,
prefiriendo una conducta bolañera o bukowskiana, por citar un par de faros muy
recurrentes, figuras, pues, a imitar, que les llaman la atención por la actitud
vital. Pienso en esto mientras observo a mi vecina y a Mota, su perra siberiana,
por el parque, ese parque enrejado que a más de un vecino desubicado le ha
hecho creer que es un parque privado. Mi vecina corre y Mota va detrás de ella,
y detrás de Mota quiere ir Onur, que empieza a rascar la puerta, con inusitada
furia. ¿Qué podría salir de Mota y Onur, teniendo en cuenta la evidente
diferencia de talla que al ojo hay entre los dos perros? Pero Onur está
decidido a todo, actúa con la soberbia del perro que ha seducido perras y
humanos.
Desde la distancia, mi vecina me saluda
y yo acabo mi cigarro y entro a la casa. Onur comienza a morder mi tobillo y
con el falso pekinés en mi tobillo derecho me dirijo a la cocina, en donde me
sirvo la primera taza de café del día. El poco sueño que siento termina por desaparecer.
Al rato, como para asegurarla, me sirvo otra taza de café y me dirijo a mi
escritorio. Prendo la Laptop. Me conecto al mundo, pero el libro de Hitchens a
mi costado, detalle menor que me hace pensar en si alguna vez he escrito de
este ensayista, o sea, con el largo respiro que se merece su obra y su
coherencia. Hitchens siempre me ha parecido un genuino rebelde, un pata que
decía las cosas como eran, sin importarle el daño que podían causar sus dardos
verbales, además, cada vez que he podido, y ante la presencia de la Sub 30 de
la narrativa peruana, les recomendaba que lo lean. No sé si me hacían caso,
pero no pienso mucho al respecto. Pasaban de Hitchens.
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