FIL de Lima 2016
Terminó la FIL de Lima 2016 y la pude recorrer al
milímetro y fui testigo de los rostros cansados y felices. Los expositores
no tenían que hablarme mucho al respecto, porque sé, y mejor que no pocos de
ellos, lo fatigosos que resultan los días de feria, días en los que uno tiene
que sacar fuerzas de la nada. Por ejemplo, quien escribe no solo participó en
varias ediciones de la FIL, sino también presentaba libros de autores
nacionales y extranjeros.
En su momento se publicó un artículo mío
en LCL, en el que hice un señalamiento sobre el incremento del precio en la
entrada para este año. El artículo generó muchísimos adeptos, como también
opiniones contrarias al mismo, que defendían el incremento de la entrada, con
argumentos tipo “son los siete soles mejor invertidos”, “la CPL no cuenta con
el apoyo de nadie”, “la feria tiene que ser rentable”. En realidad, y fastidia
tener que explicarlo porque en el texto quedó muy claro: el problema nunca fue
el incremento de la entrada, sino la imagen que este incremento generaría en
aquellos ciudadanos no acostumbrados a consumir cultura. Una medida como esta
reflejó el nulo lazo con la gente de a pie, reforzando aún más esa idea que
todo aquel dedicado a la promoción cultural debe rehuir como si fuera la peste:
la cultura para una élite.
¿Exageración de mi parte?
No creo. Y si no me creen, miren lo que
dijo la Ministra de Cultura de Colombia sobre el precio de la entrada para esta
FIL, la misma que capitaneó a la delegación de su país, país invitado de esta
edición ferial.
Por otro lado, no sé si haya aumentado
el número de asistentes a la feria, afirmar algo así es jugar con la ciencia
oculta de la información estratégica. Tengamos en cuenta que miles asisten a la
feria diez veces, mínimo. El mejor termómetro sobre el asunto no son los
boletos vendidos, sino los mismos expositores, a ellos debemos preguntarles
sobre esta percepción y dejar el cobijo que depara el número de boletos
vendidos.
En mis recorridos conversé con
muchísimos expositores. No se podían quejar. A todos les fue bien (en síntesis:
a expositor que no le va bien en cualquier edición de la FIL debería graduarse
de bestia). Al respecto no hay secreto a hallar. Y hay que reconocer lo bueno
de esta FIL: la buena infraestructura, los pasadizos espaciosos, la mejora de
los servicios, un más que llamativo programa de actividades (con un Nobel de
Literatura incluido), y, muy en especial, a la participación de la delegación
del país invitado.
A nivel de logística, y desde la
presidencia de Germán Coronado en la CPL, la FIL ha conocido mejores tiempos, tiempos
en los que ha imperado el buen gusto y el criterio, detalles no menores
teniendo en cuenta que en la gestión precedente de la CPL, la FIL más parecía
un mercado de mayoristas que una feria del libro que pretendía ser la más
representativa del país. Ahora, con sus defectos a solucionar, a saber, la
tardanza en calibrar un buen equipo de información (fácil te ahorrabas más de un dolor de cabeza, Germán), la FIL puede llegar a ser lo que queremos que
sea: un espacio para los lectores, lectores que tendrán que ir creciendo en los
próximos años, lectores que necesiten de libreros y no de vendedores de libros,
lectores que encuentren en cada edición de la FIL un espacio de encuentro.
1 Comentarios:
Buenas, ¿tiene alguna información sobre cómo le fue a la Feria de Lima Norte (FELINO) en su primera ediciòn, y si van a volver a realizarla? Gracias de antemano
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