lunes, diciembre 26, 2016

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Con algo de tardanza, aunque esa cuestión sea solo de días, me dispuse a escuchar los primeros trabajos de Pink Floyd, del periodo 1967 – 1972, dl que no es necesario señalar, o hacer hincapié, sobre su carácter seminal, para muchos, pues, la mejor etapa de la banda británica. Claro, soy hincha de Pink Floyd, de algunos álbumes, pero conecto más con el periodo setentero, y aunque estos trabajos iniciales no sean tan setenteros, bien lo valen, en su sentido progresivo y como testimonio de época.
A los veinte minutos de sumergimiento psicodélico, el hechizo musical se quiebra, a razón del viral que significó la muerte de George Michael, cuyos últimos años estuvieron signados por la inactividad, pero de quien podemos señalar que hizo lo suyo, a lo mejor no dejando una escuela o magisterio musical, pero sí tres o cuatro canciones que serán escuchadas, sea por su epifanía, pero ante todo por el hechizo de su voz, puesto que la voz de GM debe ser una de las más privilegiadas en la tradición del pop, voz alimentada de las resonancias del soul y de la estela de la música protestante negra. Recuerdo que a mediados de los noventa, en la protohistoria del Youtube, había un programa musical en RBC, programa del que no recuerdo su nombre, pero en el que pasaron un especial de hora y media sobre la trayectoria musical de GM, en donde declaraba que admiraba la música negra estadounidense.
Regresé a Pink Floyd, pero el cansancio causado por lo comido el domingo, me comenzó a pasar factura, el sueño sin sueño se imponía, y me puse a leer, a terminar la lectura de dos libros, uno de ellos, las memorias de Fernando de Szyszlo, que pese a algunos prejuicios iniciales, lo que cuenta y reflexiona el pintor me arroja una certeza: la iluminación de la apuesta por la libertad en la vida. Si hay algún interesado, estas memorias bien valen su tiempo de lectura.
Al despertar en este lunes de sol y ruido de taladros puesto que Sedapal viene haciendo algunas refacciones en las tuberías de mi cuadra, lo que me obliga a preguntar a los trabajadores si cortarían o no el agua, pregunta algo matonesca de mi parte, pero que solo duró no más de veinte segundos, ya que los trabajos no afectarían el servicio de agua potable. Entonces, aliviado, me pongo a trabajar, prendo la portátil, me sirvo café y prendo el primer cigarro del día, quizá no prenderé otro hasta las cinco de la tarde. 
Vuelvo a la música de Pink Floyd, a esos años de búsqueda. Hay que ser genial para que en plena búsqueda de la identificación creativa te muestres precisamente genial.

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