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Con algo de tardanza, aunque esa
cuestión sea solo de días, me dispuse a escuchar los primeros trabajos de Pink
Floyd, del periodo 1967 – 1972, dl que no es necesario señalar, o hacer
hincapié, sobre su carácter seminal, para muchos, pues, la mejor etapa de la
banda británica. Claro, soy hincha de Pink Floyd, de algunos álbumes, pero
conecto más con el periodo setentero, y aunque estos trabajos iniciales no sean
tan setenteros, bien lo valen, en su sentido progresivo y como testimonio de
época.
A los veinte minutos de sumergimiento
psicodélico, el hechizo musical se quiebra, a razón del viral que significó la
muerte de George Michael, cuyos últimos años estuvieron signados por la
inactividad, pero de quien podemos señalar que hizo lo suyo, a lo mejor no
dejando una escuela o magisterio musical, pero sí tres o cuatro canciones que
serán escuchadas, sea por su epifanía, pero ante todo por el hechizo de su voz,
puesto que la voz de GM debe ser una de las más privilegiadas en la tradición
del pop, voz alimentada de las resonancias del soul y de la estela de la música
protestante negra. Recuerdo que a mediados de los noventa, en la protohistoria
del Youtube, había un programa musical en RBC, programa del que no recuerdo su
nombre, pero en el que pasaron un especial de hora y media sobre la trayectoria
musical de GM, en donde declaraba que admiraba la música negra estadounidense.
Regresé a Pink Floyd, pero el cansancio
causado por lo comido el domingo, me comenzó a pasar factura, el sueño sin
sueño se imponía, y me puse a leer, a terminar la lectura de dos libros, uno de
ellos, las memorias de Fernando de Szyszlo, que pese a algunos prejuicios
iniciales, lo que cuenta y reflexiona el pintor me arroja una certeza: la iluminación
de la apuesta por la libertad en la vida. Si hay algún interesado, estas
memorias bien valen su tiempo de lectura.
Al despertar en este lunes de sol y
ruido de taladros puesto que Sedapal viene haciendo algunas refacciones en las
tuberías de mi cuadra, lo que me obliga a preguntar a los trabajadores si
cortarían o no el agua, pregunta algo matonesca de mi parte, pero que solo duró
no más de veinte segundos, ya que los trabajos no afectarían el servicio de
agua potable. Entonces, aliviado, me pongo a trabajar, prendo la portátil, me
sirvo café y prendo el primer cigarro del día, quizá no prenderé otro hasta las
cinco de la tarde.
Vuelvo a la música de Pink Floyd, a esos
años de búsqueda. Hay que ser genial para que en plena búsqueda de la
identificación creativa te muestres precisamente genial.
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