sábado, diciembre 24, 2016

acomodaticio

Entre las muchas cosas que no entiendo, una se erige como la que jamás entenderé: la práctica del periodismo.
No la entenderé porque hoy en día hace falta un cartoncito que te sindique como tal, “soy periodista”, repite más de un alucinado de pésimo nivel cultural. Al respecto, no me hago problemas sobre la esencia que debe existir en el ejercicio del periodismo: la búsqueda de la verdad por medio del espíritu crítico. Lo demás, sus métodos, su logística, las paso de largo. Se aprenden, sea en las aulas o en las calles. Quien piense que es al revés (primero la formación y después la convicción), quizá deba preguntarse si es un periodista o un comunicador. Me resisto a creer a que haya tanto ahuevamiento.
La triste realidad nos revela un síntoma atroz: el periodista peruano está alineado. Bueno fuera que ese alineamiento sea con la verdad, mas no es así, cachorro, el periodismo peruano viene alineado con sus intereses, como uno tan “noble”, llámalo la nobleza económica. Y podemos seguir sindicando toda clase de noblezas, que de darse, tendríamos que agotar un par de párrafos para empezar.
Esta reflexión que interrumpe mi desesperada espera de la Noche Buena, viene a cuenta de un artículo de Víctor Andrés Ponce en El Montonero,  Terremoto Odebrecht.
¿Qué nos dice VAP?, o mejor formulado: ¿cuál es su lectura de este destape de corrupción mundial?
Su lectura nos arroja dos certezas: 1) su incapacidad para leer el contexto y magnitud de ese caso y 2) su evidente alineamiento con el fujimorismo.
Sobre lo primero, y en vista que la reflexionología nos lleva a la rapidez opinativa, uno puede equivocarse, y los horrores son más vergonzosos cuando detrás del opinante existen años, muchos, de experiencia. Pero lo segundo sí es más condenable, porque su artículo es un intento por destacar la pureza naranja, sin tener en cuenta datos que de haberlos usado (a saber, la presencia de Odebrecht por más de veinte años en territorio peruano y sus evidentes nexos con la dictadura de Fujimori) su texto sí hubiese perdido resonancia.
La intención de este señor fue la siguiente: servirnos un apestoso estofado condimentado con corrupción e hipocresía ideológica, y presentarnos en la mesa de al lado un plato delicioso, sano y nutritivo. 
Se pueden decir muchas cosas de los periodistas, y como humanos que son, ellos no están libres de errores, como también tienen derecho a abrigar la oportunidad de enmienda (de burradas). Nadie es perfecto. Pero un artículo como el de Ponce nos transmite lo peor que se le puede decir a un periodista, que más allá de su alineamiento naranja, nos revela a un tipo acomodaticio, con principios obedientes a los vaivenes del poder político.

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