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Me sirvo un café cargado y no demoro en
sintonizar Canal N. Se tiene que ver lo que se tiene que ver: la protestas en
Puente Piedra por el abusivo cobro del peaje, porque este peaje, herencia de
Castañeda y Villarán, es una metáfora de la cólera de un esforzado pueblo
hartado de cojudeces. Por lo visto, y recalco que lo hago desde la comodidad de
mi casa, hubo intromisión de personas ajenas a la protesta, que son las que
convirtieron a la misma en un campo de batalla, escenario cubierto por el periodismo
local, que cumple su natural función de informar. Pero pienso también en la
estupenda oportunidad que un evento como este ayudaría a un potencial narrador,
pero ya vemos que nuestros narradores andan más preocupados en eventos más
importantes: su convulsionado mundo interior.
Si no me equivoco, el gran Gay Talese
señaló que al periodista de hoy le falta la formación discursiva del escritor, pero
este carece –por flojera- del afán documentalista, detalle que le impide salir
a la calle y respirar ese condimento medular para la prosa: vida. Pero en lo
que Talese también incide, y no puedo estar más que de acuerdo, sindicando como
el mayor lastre del periodista y del escritor hoy en día: su aburguesamiento.
El aburguesamiento aniquila el compromiso interior que se expresa al momento de
informar, crear y, como vemos últimamente, en la articulación del pensamiento.
Veamos el show: el periodista promedio se saca la mierda pensando en ser
contratado por El Comercio; miremos
al escritor peruano, escribiendo con el único fin de ser fichado por Planeta o
Random, buscando una mesita de participación en el Hay Festival. Hablo pues de
un aburguesamiento a la mala…
Volveré sobre el tema en otro post.
Por el momento debo realizar una actividad
excluyente: bañar a mi perro.
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