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Ayer, luego de mi último post, cerca de
las tres de la tarde, mientras disfrutaba de una ensalada y viendo también un
documental sobre el fin del dictador libio Gadafi, recibo la llamada de Carlos,
que me pone en aviso con lo que viene con el organizador del FIP en Facebook.
Bueno, según uno de los indicadores de
visitas del blog, mi post sobre el FIP tuvo su pegada. Pero lo que ocurría en Facebook
era otra cosa, a algunos les pudo parecer un juicio sumario, para otros algo simple:
la puesta en escena de las consecuencias de la pendejada. Al respecto, no me
sumaré al cargamontón, suficiente con los destapes de los ex colaboradores de
Sandoval, que para pena de muchos, son más que atendibles. Solo diré que la
vida se encarga de poner las cosas en su lugar, que de nada sirve fabricarte
una imagen de pulcro cuando vienes arrastrando conductas que cuestionan precisamente
esa imagen inmaculada. Sandoval hizo méritos suficientes para perder el
respeto, y una vez que lo pierdes, ya no lo vuelves a recuperar. La poesía no
se mancha, así es la figura.
Prendo la portátil y busco en Spotify el
homónimo álbum de The Clash, de 1977. Últimamente
mis gustos setenteros se centran en ese año, que hasta hace no mucho asumía
como el más laxo de aquella década, pero no, a medida que vas informándote,
descubres datos y sucesos determinantes para el acontecer peruano y mundial. La
investigación me lleva a ver de otra manera ese año, hasta podría decir que me
invade una sensación de revelación. En ese aspecto, mi percepción ha
permanecido mucho tiempo entrampada en tópicos que poco o nada sumaban, tópicos
que obedecían a los intereses colectivos, no los personales.
Después de escuchar el álbum, me conecto
al Face. Entre las solicitudes de amistad que recibo, y vaya que vengo
recibiendo muchas y no sé a cuenta de qué, encuentro una que obedece al nombre
de Cejo Roveka. Entonces, antes de analizar esa cuenta, me sirvo un jugo de
naranja y prendo un pucho, cosa que en la claridad de la mañana descubro quién
se esconde detrás de ese nombre de traca. Creí que el asunto me tomaría tiempo,
pero no. Lo descubrí en cuestión de segundos, no fue necesario llamar a los serviles
peones del cachetadismo. Lo descubrí a razón del innato mal gusto que signa al
líder de este movimiento. Bloqueo, pues, a este delincuente, dejándole antes un
pequeño mensaje sobre el arrepentimiento y las consecuencias de la inmoralidad.
Ojalá lo pueda entender el cachetadista Cejo Roveka.
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