pecho frío
La izquierda peruana está en una oportunidad
única para volver aferrarse a lo que jamás debió abandonar: los principios
democráticos. Cuando me hablan de los principios democráticos,
entiendo/entendemos que nos hablan de libertad. Eso.
Por ello, lo ocurrido en estas últimas
horas en Venezuela no admite justificación alguna, menos relativismos discursivos.
Lo que demanda una situación como esta es firmeza de posición, en coherencia
con los principios que rigen a todo aquel amante y creyente de la libertad.
En este sentido, cuando veo las
reacciones de los representantes de la izquierda peruana que condenan el golpe
del dictador Nicolás Maduro, no puedo dejar de sentir esperanza en cuanto a la
existencia de una izquierda moderna y responsable con su contexto histórico,
sin necesidad de traicionar sus valores que direccionan sus acciones. Por esa
razón, mis saludos para Marco Arana, Indira Huilca y Marissa Glave,
congresistas de la República, que no han dudado en condenar el golpe de Maduro
como lo que es: un acto inaceptable para el sistema democrático.
Lamentablemente, no puedo decir lo mismo
de Verónika Mendoza, quien, una vez más, demuestra que los principios
democráticos, ni menos la cultura de libertad, no van con ella.
No lo pienso mucho: Mendoza es un agente
de la dictadura chavista, una emisaria de la prepotencia militar que viene
flagelando a este país, que en un mundo normal, tendría otros problemas, no la miseria
ni el amordazamiento en el que se encuentra desde hace ya muchos años. ¿Sabían
que en Venezuela se criminaliza la protesta? Por eso es que desde hace ya buen
tiempo no hay manifestaciones multitudinarias. Y se entiende: cualquier
manifestante es un potencial candidato a recibir un balazo.
Mendoza es también la metáfora del
revoltoso peruano de izquierda que relativiza lo que ocurre en este país
hermano. Como ella, bajo las líneas de sus declaraciones, no pocos han asumido
la relativización del delicado contexto venezolano como si fuera circunstancial,
que en nada se puede comparar con la autogolpe de Fujimori en 1992, cuando lo
cierto, y para todo sujeto pensante, no hay diferencia entre ambos atentados
contra la democracia. Golpe es golpe. ¿O es menos golpe el que lo realiza la
izquierda?
La izquierda peruana viene arrastrando
una serie de petardeos a su credibilidad ante la población (en todas las
elecciones no pasan del 20 %), ante ello, si nos aferramos a la estrategia
política, no tendría por qué desaprovechar esta oportunidad para limpiarse de
sus yerros. Me gustaría ver a los revoltosos de la zurda, a los marxistas de
Facebook, a los revolucionarios del Twitter, dejar las poses y aferrarse al
sentido común y distanciarse de una buena vez de lo condenable. Una delicada
situación como esta no debe mancillarse por la actitud del pecho frío. No, pequeño
huevas, lo hecho por Maduro es prácticamente el calco del golpe de Fujimori.
Aún estás a tiempo.
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