miércoles, marzo 29, 2017

denuncias a medias

Ahora, tras el triunfo de anoche de la selección peruana de fútbol a su par de Uruguay, más de uno piensa que tenemos oportunidad de tentar una clasificación al mundial de Rusia. Algunos, más racionales y escépticos, no creen ni remotamente en esta posibilidad, y como representantes del alma avinagrada, no dudan en burlarse de aquellos que sí creen en un eventual pase al mundial. En lo personal, me da igual si esta selección clasifica o no, pero ello no me impedirá ver a un equipo que por lo menos lucha sus partidos, lo demás, o lo que venga después, es solo producto del esfuerzo y de las circunstancias. Este equipo de Gareca conecta con el público y eso es más que suficiente. Por esa sola razón, simpatizo con los que creen, preferible eso a ser parte de los escépticos bravos, amargados a la caza del primer error para sobredimensionarlo. Hasta para ser contreras hay que tener estilo, buen gusto, pero ya sabemos que el humor no es una herramienta/recurso natural para muchos.
Mientras alisto los apuntes en los que basaré mi discurso oral que daré en la noche, en la presentación de la novela Viaje a Ítaca de Siu Kam Wen, novela de la que sugiero su lectura inmediata, a razón de un “yo” brutal que le hacía falta a un registro por aquí practicado con mucho miedo, por no decir que con mucha limpieza, me dedico a ver las fotos que algunos vecinos me han mandado de sus perritas, situación que debo solucionar cuanto antes, porque Onur anda muy inquieto en los últimos días, al punto que se le ha escapado más de una vez a mi mamá ni bien abría las dos puertas de la casa. Onur me acompaña en la selección de la perrita y ahora que lo veo, lo miro distinto, porque a causa del calor mandé a que le cortaran el pelo. A diferencia de otros perros que son trasquilados en verano, la falta de pelo en Onur ha dejado en evidencia no solo que está bien alimentado, sino también muy fuerte, es decir, como quien escribe este post.
Acabo las notas sobre la novela de SKW. Entonces un amigo me escribe y me dice que en unas horas sacará en su portal una denuncia contra un editor que, para variar, ha estafado a un autor. No me sorprende esta actitud del editor, ese ha sido su modus operandi desde que tengo conocimiento de su existencia. No respondo el mail de mi amigo, decido más bien llamarlo y decirle que la coherencia ética es lo que debería importar en esta suerte de denuncias. Mi pata se muestra sorprendido con lo que le digo. No, no es que no quiera que publiques esa denuncia, porque ese editor debe pagar las consecuencias sociales de sus pendejadas, pero también sé diferenciar entre alguien que se robó un kilo de huevos contra aquel que se levantó todo un gallinero, y quien se levantó el gallinero es tu pata, contra el cual no dirás absolutamente nada. Entonces, compadre, en qué quedamos. Mi pata me dice que en unas horas hablaremos al respecto. En lo personal, no creo que haya mucho que hablar. Robo es robo. Estafa es estafa. Y no es lo mismo apanar al calichín que al taita. 
Onur pone sus patas delanteras sobre mis rodillas, sus ojos de manipulador me piden que no demore. Ok, falso pekinés, ya es hora.

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