reacciones
Ayer en la tarde, mientras caminaba por
la Residencial San Felipe, me preguntaron por las reacciones en redes sociales
que generan algunos posts de este blog. Bien sabe el lector del mismo que
muchísimos de los posts no los comparto en Facebook, ni mucho menos en Twitter,
espacios que reservo para otros fines, como difundir información política y
cultural. Por ello, todo aquel que se da una vuelta por aquí lo hace porque
digita directamente en Google el título del blog o mi nombre. Una de las cosas
que más deploro de las redes sociales es que estas tienen el poder de hacerte
perder el tiempo y yo valoro mucho el mío como para ir dinamitándolo en
respuestas al vuelo en estados de Facebook ajenos. Rara vez comento y contadas
veces he respondido. Solo me dedico a ver las reacciones y no puedo librarme de
la sonrisa que me deparan los ataques sobre mis posts (a saber, Librerías virtuales), reacciones guiadas por el malgusto discursivo hecho a lo bestia y a
la apurada, que en principio reflejan la construcción de una imagen impoluta que
solo puede permitirse el sinvergüenza en la vida virtual, pienso en “Niñorata”
y “El enfermo imaginario” (los puedo nombrar, y vaya que he nombrado mucho en
la historia de este blog, pero no les daré la luz que tanto buscan, en especial el
segundo, que creyó que lamiendo tabas y hablando mal de terceros llegaría a tener la presencia cultural que tanto anhela), conspicuos representantes de la delincuencia libresca. Ambos
especímenes comparten el impostado rasgo de lector exquisito, que de exquisito
les queda poco cuando se ven expuestos como mercachifles del libro. Pero bueno,
no me sorprende la reacción de este par, en realidad no me sorprende ninguna
reacción en las redes sociales, en las que puedes llegar a ser aquel que jamás
serías en la vida real. No pocas veces me he topado con muchos matones e
indignados virtuales, y no puedo dejar de sentirme consternado cuando los veo,
porque en lugar de verlos como se representan en sus cuentas, soy forzado
testigo de sus huidas del lugar de involuntario encuentro, o de la rápida
búsqueda de un escondite en el baño mientras disfruto mi cafecito y mi tamalito
con salsita criolla.
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