no escuelear
1
Desde su publicación, he leído dos veces
No somos nosotros (Seix Barral, 2017)
del escritor Ricardo Sumalavia. No era para menos, porque me encontré ante uno
de los libros que pudieron oxigenar la narrativa peruana del presente siglo. El
híbrido se presenta como el camino alterno a seguir en este tráfico narrativo
de hora punta y el libro en cuestión bien pudo cumplir un rol por demás
iluminador.
Tengamos en cuenta que cualquiera no
puede sumergirse en estas aguas del mestizaje narrativo, para tal fin, el autor
de turno debe ser dueño de una pericia en la escritura y también conocedor de
los entresijos de los géneros que va a canibalizar. En este sentido, Sumalavia
cumple con creces en lo básico: el riesgo formal. La bastardía estructural en NSN es por demás perfecta, hasta
podríamos señalar que serviría de guía para cualquier escritor en ciernes
atrapado en las mareas del entusiasmo.
Sin embargo, la perfección formal no es
garantía de nada en el híbrido, es solo el primer paso hacia su justificación.
El híbrido requiere de arrojo narrativo, exige un aniquilamiento de la soberbia
literaria y una disposición de la humillación de la voz narrativa. Es decir, el
híbrido respira a cuenta de la dimensión humana. Al respecto, pensemos en Prosas apátridas de Ribeyro, La novela luminosa de Levrero, El arte de la fuga de Pitol y Dietario voluble de Vila-Matas. En estos
cuatro títulos no asistimos a la obviedad del riesgo formal, sino que somos partícipes
de una escritura desatada, que permite a sus autores mostrarse irónicos,
críticos y lúdicos. En otras palabras: escriben de lo que quieren sin estar
pendientes de los imperativos de los géneros, consiguiendo de esta manera
apropiarse de la complicidad del lector.
Es precisamente la falta de arrojo en la
escritura lo que lleva al naufragio a NSN.
Un par de ejemplos, cuando su voz narrativa intenta ironizar, la intención
queda atorada en medio de la garganta, y cuando esta pergeña senderos hacia las
parcelas de la oscuridad existencial, somos víctimas de una soberbia que se
estrella en el fango de la falsedad. El pecado mayor de Sumalavia es el
conservadurismo que infesta su escritura, regodeándose en múltiples aristas
temáticas sin profundizar en sus médulas. Además, esta bastardía estructural le
brinda al autor más de una oportunidad para tomar revancha, pero este no duda
en desaprovecharlas.
Para llevar a buen puerto este tipo de
proyectos narrativos, se requiere de valentía, de una actitud kamikaze que
dinamite los cantados peligros de la prosa aséptica. Si en el híbrido el lector
no sale contaminado, perdió su tiempo. Si en el híbrido no se cuenta todo, el
lector sufrió una estafa. Sumalavia contuvo innecesariamente lo que jamás
debió: la libertad de su palabra.
2
Ahora, en estas últimas semanas he
estado viendo un espectáculo que podría esperar (y hasta entender) de un
escritor novato, pero no de uno que exhibe una trayectoria a considerar, como
la de Sumalavia: el escueleo.
No me hago problemas, las cosas como son:
venimos presenciando una campaña obscena. Sumalavia nos dice cómo leer NSN.
Si alguien ayudó a Sumalavia en la
construcción de esta autoapología, pues debería graduarse de bestia, porque le
hizo un flaco favor. No hay nada más antiético que la propia defensa literaria.
No es la primera vez que ocurre y ya sabemos cómo terminan los libros de los
autores peruanos que practican la autoapología, esa suerte de escabeche mal
cocinado que condena sus libros al inminente remate.
Así suene a lugar común, la tradición de
la justicia literaria no se altera: los libros se defienden solos.
Y ya para terminar porque debo pasear a
mi falso pekinés, indiquemos que NSN
no es un libro comercial y saludo su publicación, porque es una apuesta
literaria. Es decir, no estamos ante una novela o un cuentario, que puede
interesar a una mayor cantidad de lectores. El público de este libro es muy
específico (y contra lo que podría creerse, lo tenemos), es la clase de
lectores acostumbrados a leer y que pasan de largo de las luces que acompañan a
las novedades narrativas. Por esa misma razón, este público no tolera el verso,
no aguanta que se le tome el pelo. Sumalavia aún está a tiempo de enmendar
esta campaña. Depende exclusivamente de él. Le sugiero, pues, que vea el episodio 8 de la
segunda temporada de The Affair. En
ese episodio encontramos una escena que es toda una revelación para cualquier
autor que siente que está perdiendo el manejo del movimiento de su libro. El
escritor Noah Solloway (Dominic West) y su agente editorial Eden Ellery (Brooke Lyons) conversan en una fiesta. Noah se muestra inseguro ante la recepción de
su novela Descent, entonces la
pequeña y maravillosa Eden lo mira y le dice: (no spoiler).
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal