contra el olvido
Sin duda, un libro extraño. Quizá uno
capaz de activar nuestra no atendida percepción de lo cotidiano.
Podemos imaginar la explosión que
significó su publicación en 1978, para algunos habrá sido una muestra de
ocurrencia creativa, para otros una propuesta asentada en el extrañamiento y
para muy pocos un sendero pautado por la revelación de la experiencia literaria.
El escritor francés Georges Perec fue
dueño de una obra que a la fecha se posiciona como referente, pero no solo es importante
para el sujeto literario, sino también para todo aquel que cargue el peso
emocional del rizo creativo. Perec, y lo decimos sin exagerar, está presente en
muchas manifestaciones artísticas contemporáneas, sea de manera patente u
oculta.
Nos enfrentamos ante una nueva
traducción de Me acuerdo
(Impedimenta, 2017), esta vez a cuenta de Mercedes Cebrián. Y podemos rastrear,
una vez más, la influencia directa del libro en el homónimo título de Joe
Brainard, de 1970. En este sentido, Perec nunca se mostró ajeno a sus
influencias. No debería sorprendernos, puesto que nos basta revisar su
bibliografía para llegar a una primera conclusión: Perec era un caníbal de la
tradición clásica e inmediata.
Por estas páginas accedemos a una suerte
de letanía o especie de travesía sicodélica. Perec recuerda, recuerda los grandes
acontecimientos, pero en especial escarba en la intimidad de la memoria emocional.
Por ello, somos parte de un abanico temático que no conoce fronteras, el
francés nos hace partícipes de sus lecturas, letras de canciones, películas, hasta
notas de prensa, gestos, sensaciones, aromas, etc. Un viaje, pues, hacia la
cotidianidad, mediante la cual ingresamos a un testimonio de época desde una
mirada marginal.
Una propuesta como esta se conduce en el
extrañamiento, pero a medida que seguimos leyendo, arribamos a un compromiso: una
invitación a la continuidad de este mural conformado por los pequeños
acontecimientos de la vida. Entonces, no solo hablamos de transmisión
discursiva, sino de un contagio de actitud. He allí la fuerza de su vigencia,
que no dudamos celebrar.
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